Xi Jinping impulsa una ley que restringirá la vestimenta en China

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Además de controlar lo que la gente ve, lee y dice. También definirá la ropa que deberá usar cada ciudadano.

«Algo huele mal en Dinamarca» es la traducción más popular de la célebre frase pronunciada por el centinela Marcelo al príncipe Hamlet. William Shakespeare inmortalizó la sentencia que atravesó cuatro siglos y se repitió incansablemente para ilustrar situaciones borrosas, sobre todo de la política.

 

El embajador norteamericano en Japón, Rahm Emanuel, la utilizó hace unos días. Fue para graficar los turbios enredos que atraviesan las instituciones del régimen chino. Hacía mención del ministro de Defensa, el extraviado Li Shangfu. Hace más de un mes que no se sabe nada sobre él. El purgatorio de Xi Jinping está atiborrado, pero siempre hay lugar para un descarriado más. O muchos más.

 

Xi o el Partido Comunista Chino (PCC) parecen haber viajado al pasado. Repiten purgas y leyes absurdas, una vieja fórmula que implementó Mao Zedong en los años 50 y 60. La trasladan, en la actualidad, no sólo a los capitostes de la burocracia partidaria o del Ejército Popular de Liberación (EPL). Ahora también es la población la que está en la mira. Beijing lanza fuegos de artificio peligrosos ante la crisis económica que se aproxima.

 

El régimen intenta inyectar más nacionalismo en la sociedad. Como Mao -o Pol Pot, en Camboya-, Xi planea prohibir toda vestimenta que pueda resultar «ofensiva» a la tradición china. El régimen no sólo controla lo que la gente ve, lee y dice. También definirá y ordenará el ropero de cada chino. «Herir los sentimientos» del pueblo se penará con una multa de unos 700 dólares o con 15 días de cárcel. Mao utilizó su Revolución Cultural para recuperar autoridad ante el fracaso humano y económico que significó el llamado Gran Salto Adelante. La instauró para borrar cualquier signo de penetración capitalista castigando a los impuros.

 

La controversia actual explotó luego de que la policía de Suzhou -una ciudad vecina a Shanghai, al este de China- detuviera a una mujer que vestía un kimono, prenda tradicional japonesa. Otros fanáticos del animé también fueron hostigados por los uniformados. Pero además fueron reprimidos quienes lucieron banderas o camisetas con el arcoiris LGBT. Toda fragancia occidental es una amenaza para el PCC. Habrá que estar atentos a si el propio Xi revé su hábito y cambia ese traje y corbata tan burgués que viste a diario por uno más tradicional y acorde como el zhong shan zhuang que popularizó Mao. «Algo huele mal…».

 

Las críticas por esta medida crecen. La ley está en etapa de consultas, pero «los cerrados y herméticos dirigentes comunistas chinos casi nunca escuchan las opiniones de su propio pueblo», publicó la dirección editorial del diario The Washington Post que alertó que «si los dirigentes no prestan atención a los comentarios, corren el riesgo de alienar aún más a los jóvenes y creativos chinos que la segunda economía del mundo necesita para prosperar en las próximas décadas».

 

¿Para qué alienta Xi Jinping esta pulsión nacionalista que podría tener resultados adversos? La economía china continúa dando señales negativas y su alguna vez vigoroso sector inmobiliario padece día a día nuevas malas noticias. Sin respiro. A eso se suma el ascenso sostenido de India como destino cada vez más recurrente de empresas. De no encontrar una respuesta adecuada entre sus asesores, ¿a qué medida extrema recurrirá el líder comunista? Li Shangfu quizás no era el funcionario -o el militar- apropiado para este momento histórico.

 

El vaho que expele Beijing atraviesa mares. Quizás eso explique los hechos más recientes, casi simultáneos de Filipinas, Taiwán y Corea del Sur. Se suma Vietnam.

 

La Guardia Costera de Filipinas retiró una «barrera flotante» que, según Manila, había colocado el régimen de Xi Jinping para evitar que pesqueros filipinos puedan faenar en aguas disputadas en el mar del sur de China. El incidente no es aislado. Hace pocas semanas, el gobierno de Bongbong Marcos -hijo de Ferdinand Marcos- denunció a China por la desaparición de arrecifes de corales en su zona económica. Fue una semana después de un encontronazo entre buques de ambas guardias costeras en el atolón de Second Thomas Shoal.

 

Taipei, en tanto, presentará en sociedad este jueves a su nuevo submarino. Un «monstruo marino», según su nombre chino, Hai Kun. Es completamente Made in Taiwán. Al parecer, los taiwaneses también están en busca de una impronta nacional ante el acecho continental. Es el primero de ocho naves planificadas. El gobierno local cree que para 2027 tendrá una flota naval con mayor músculo que la actual. Es la fecha que muchos analistas prevén que Beijing podría intentar atacar la isla. Si la ansiedad y urgencias de Xi no lo traicionan antes, claro.

 

Este primer modelo enteramente taiwanés será sumergido en pocas semanas. Tuvo un costo de 1.500 millones de dólares: podría utilizar el sistema de combate de Lockheed Martin y llevaría torpedos pesados MK-48 de fabricación estadounidense. Huang Shu-kuang, el almirante a cargo del programa submarinista, se mostró confiado: «Si conseguimos aumentar esta capacidad de combate, no creo que perdamos una guerra».

 

En Corea del Sur, por su parte, se vivieron impactantes desfiles. De otras épocas. Las calles de Seúl se vieron inundadas por tanques, carros de asalto, misiles, tropas propias y estadounidenses. La excusa fue celebrar el aniversario 75 del Día de las Fuerzas Armadas. Hacía 10 años que no se veía una fanfarria similar acompañada del calor popular. Algunos creen que fue en respuesta a la cumbre que el dictador Kim Jong-un mantuvo con Vladimir Putin. El norcoreano le prometió al jefe de estado ruso las armas y municiones que escasean a las tropas invasoras en Ucrania. Pese a las presiones, Corea del Sur se mantendrá como un aliado de Kiev. Postales que dejó Camp David.

 

En las últimas horas, Vietnam también se sumó a ese bloque que parece cada vez más férreo. Acusó a Beijing de violar su soberanía por instalar dispositivos de identificación de embarcaciones en islas en disputa.

 

En tanto, China continúa sus provocaciones contra Japón. Empresas como Astellas -farmacéutica- y Nomura -banca- sufren un acoso permanente por parte de las autoridades del régimen. Charles Wang Zhonghe es el presidente de la compañía financiera y no tiene autorización para salir del país. ¿Es una advertencia para el resto de la banca internacional o ejecutivos que operan en aquel país?

 

Pero no terminan en cuestiones corporativas las hostilidades hacia Tokio. La pesca también está en discusión. Luego de que Beijing impusiera una prohibición a la importación de productos pesqueros argumentando el riesgo de contaminación de las aguas de Fukushima, buques ilegales chinos fueron observados depredando el mar que China cuestionaba.

 

Esa armada irregular de Xi será clave en un eventual conflicto armado. Son miles de barcos que servirán como fuente de inteligencia marítima en cada océano. En todo el mundo. Pero muchos gobiernos prefieren no meterse en ese torbellino diplomático y miran para otro lado. Reaccionar más adelante podría ser tarde.

 

La tensión es extrema y un error involuntario podría desencadenar consecuencias imprevisibles, similares al aleteo de una mariposa. Esas consecuencias serían igualmente militares como económicas: por esas aguas cada vez más turbulentas navega el 30 por ciento del comercio mundial. El conflicto en Ucrania será insignificante en comparación. Sobre todo en la cantidad de vidas que se lamentarán. «Algo huele mal… en Beijing».