Alberto Oscar Robledo había nacido en Villa Soldati, Buenos Aires el 8 de agosto de 1950. Aprendió a tocar la guitarra y se fue de su Buenos Aires natal buscando la fama como cantor. Primo de Zitto Segovia; estudiante de medicina; guitarrista de The Boxers. Cantaba con el nombre de Oscar del Tiempo.
Llegó a Resistencia y se afincó en el Fogón de los Arrieros donde solía pasar la noche en algún rincón. Era frecuentador de los bares, pidiendo con respeto alguna moneda, un cigarrito y siempre con educación y respeto. Tenía un circuito diario que recorría en busca de su sustento y solaz. Los domingos a mediodía iba a almorzar a la Peña Martín Fierro.
El día de su muerte el periodista y director del Grupo Ciudad, Pedro Cáceres escribió en Chaco Día Por Día: “Carlitos o Sandro con esos nombres lo conocían los habitués de los bares de Resistencia, este gentil personaje de la ciudad que se ganó la amistad y la simpatía de todos con su manera sencilla y amable de pedir ‘una monedita para tomar un cafecito’ y cuando se lo invitaba a desayunar agradecía de muy buen modo. Lo conocí hace muchos años una noche en la ‘Vaca Atada’, estábamos cenando con Coqui Di Rado y llegó, con un buzo atado a la cintura y pidió la guitarra, se sentó en la vereda y se puso a tocar y cantar ‘Puerto Sánchez’. Me sorprendió porque tocaba la guitarra y entonaba bien. ‘Siempre viene, toma una gaseosa y pide un plato de comida y se va’, dijo el dueño del comedor, ‘le gusta mucho la música y siempre nos acompaña cuando hacemos espectáculos’. El ‘Café de la Ciudad’ era su habitual parada, allí se lo veía a la mañana temprano, desayunando, después pasaba por el ‘Angelo’, cruzaba la vereda y continuaba por el ‘Zan En’. Cuando le decías que no tenías monedas para darle, repetía ‘está dura la mano Carlitos’. Lo vamos a extrañar, porque formaba parte del paisaje de la ciudad, un hombre bueno de gesto afable y con el pucho encendido, porque si no tenías monedas te pedía un cigarrillo. Carlitos estaba siempre bien informado, conocía al detalle los bares de la ciudad y los espectáculos de cada día, se fue un hombre bueno, un personaje ilustre de la Ciudad de las Esculturas. Chau Carlitos, adiós, caminante de todas las jornadas”.
Sus restos permanecieron en la morgue del Hospital Perrando hasta el 15 de mayo a la espera del reclamo de algún familiar. Al no aparecer, la Fundación de El fogón de los Arrieros, lugar donde solía dormir, hizo los trámites para velar sus restos en su sede el 16 de mayo y luego fue sepultado en el cementerio San Francisco Solano.
El Fogón de los Arrieros fue el lugar elegido para el velorio de Carlitos, el hombre que eligió la calle como su casa. Más de 50 vecinos se acercaron a compartir el último café con Sandro, otro de los nombres con los que se lo conocía a Alberto Oscar Robledo, identidad que definió la justicia chaqueña para este loco lindo.
Después de tres días de trámites para establecer su identidad, El Fogón logró recuperar el cuerpo de Carlitos para hacerle los honores fúnebres. Vecinos, amigos, habitués del lugar colaboraron con los gastos y trajines del servicio funerario, como la casa De Bonis o el Municipio de Resistencia, que cedió un nicho donde descansará.
Si bien durante toda la mañana muchos se acercaron a saludar al hombre de “¿tenés una monedita para el café?”, a las 13 se realizó un pequeño acto, donde los presentes dedicaron unas palabras para Sandro. Marcelo Gustín, presidente del Fogón dijo que “estamos aquí para despedir a un amigo, en ésta que fue su casa”, en alusión a que Carlitos durmió en la vereda de El Fogón los últimos 20 años. Daniel Moscatelli recordó a los demás ilustres de Resistencia que fueron velados en esta sala y explicó que “Carlitos también está acá porque trascendió por su bondad y respeto”.
Su condición de hombre sencillo y su humildad fueron los rasgos que más celebraron los presentes, a fuerza de lágrimas y risas. Entre las anécdotas recordadas, un vecino contó que cuando a Carlitos le preguntaban qué era lo más lindo de la ciudad, él respondía sabiamente que el cielo y las estrellas.
Se lo evocó como músico, que muchas veces tocaba el piano de El Fogón y hasta llegó a empuñar la guitarra de Oscar Alemán. También se lo recordó en su tono desopilante y ocurrente, como cuando barría la vereda con un pulóver. Seguramente quienes más lo extrañarán serán Alejandra y Martín, los encargados de El Fogón, a quienes Carlitos reconocía como “sus compañeros de trabajo”.
Antes de la partida para el cementerio San Francisco Solano, el músico Lucas Segovia le cantó el tema que compuso para Carlitos. Como alguien dejó escapar por ahí: “qué carcajada de la vida que Carlitos, un linyera, fuera velado en el epicentro de la élite cultural de Resistencia”.
PH Despedida de Carlitos
Jorge Tello .