Crearon ladrillos con prendas de vestir que son desechadas

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Viralizado sobre todo en las redes sociales, el registro del desierto de Atacama que difundió el fotógrafo Martín Bernetti a finales de 2021 sorprendió a todos. Logró evidenciar la magnitud del basurero de ropa que copó la geografía de la región de Iquique al norte de Chile.

El sector textil es uno de los principales responsables de la contaminación del planeta. Sus principales impactos ambientales están relacionados con la ingente cantidad de agua que requiere para el cultivo de ciertas materias primas, como el algodón, en las aguas residuales que generan los procesos productivos y en la carga química que estas contienen.

Esto se repite en todo el mundo y son millones de toneladas de ropa la que se desecha cada año y lo peor es que muy poca de esa ropa desechada se recoge para su reutilización o reciclaje. Y pensando en todo esto, una joven francesa estudiante de arquitectura (Clarisse Merlet) comenzó a darse cuenta que la construcción es una industria muy contaminante y que consume mucha energía, por lo que decidió buscar una manera de construir de manera diferente. Comenzó a investigar las posibilidades de los residuos plásticos o del cartón. Así llegó a los textiles, con protocolos de reciclaje muy básicos a pesar de tener propiedades relevantes como aislante térmico y acústico.

Pensaba que podía haber una mejor forma de construir que redujera la demanda de material virgen y aprovechara los recursos ya extraídos. Así fue como se le ocurrió la idea de Fabbrick, su galardonada empresa que fabrica ladrillos decorativos y aislantes a partir de ropa vieja. El componente básico de los ladrillos es la ropa triturada, que Merlet compra ya molida a un proveedor de Normandía.

Se trata de una suerte de ladrillo desarrollado a partir de descartes, remanentes y residuos. Si bien los procesos de fabricación son un secreto, Merlet, consiguió crear un mercado genuino y de valor social para su producto. Además puede servir de inspiración para otros que deseen reducir la basura textil de sus lugares.

Cada ladrillo usa el equivalente a dos o tres remeras, se puede usar cualquier tipo, no sólo algodón, también poliéster, elastano, PVC, entre otros materiales. Los restos se mezclan con un pegamento ecológico que desarrolló la arquitecta, y luego se prensan en un molde para ladrillos. Este molde usa la compresión mecánica para formar los ladrillos, por lo que no requiere más energía que la que necesita un trabajador humano para presionarlo.

Los ladrillos húmedos se sacan del molde y se dejan secar durante dos semanas antes de usarlos. En lo que respecta a la construcción, los ladrillos no pueden usarse para trabajos estructurales, pero Merlet trabaja en ello y espera que puedan serlo en el futuro.

Por ahora, son resistentes al fuego y a la humedad, y constituyen un excelente aislante térmico y acústico. Son aptos para separar habitaciones y decorar paredes en tiendas (sobre todo en las que se vende ropa).

Los ladrillos se pueden realizar en cuatro tamaños diferentes, se pueden usar para fabricar muebles como lámparas, mesas, taburetes, etc. Merlet también experimentó fabricando ladrillos con barbijos quirúrgicos triturados, un interesante uso potencial para algunos de los residuos relacionados con la pandemia.

Fuente el territorio