Iván Korzeniowsky tiene apenas 14 años, pero sabe muy bien lo que le gusta, o más bien apasiona: “La aeronáutica”, dice sin vueltas. “Volar, la mecánica…todo lo que involucre ese universo. Podría pasarme horas investigando, construyendo en el taller… dándole alas”, le cuenta a Infobae.
Este joven de Resistencia, Chaco, cursa segundo año en la Escuela Aeronáutica n°32 . Es el hermano del medio, su padre es técnico en aeronáutica y su madre es ama de casa. Esta cuarentena, como a miles de alumnos, lo tiene alejado de las clases presenciales. Sin embargo, lejos de desmotivarse, encontró una manera de hacer rendir su tiempo de encierro.
Iván -por iniciativa propia y a modo de homenaje- hizo el modelo IAE-33. una aeronave diseñada en Córdoba en los tableros de la ex Fábrica Militar de aviones por uno de los ingenieros más grandes que tuvo la aviación mundial, Reimar Horten, que murió en nuestro país en 1994.
“Desde que conocí la trayectoria de este ingeniero me convertí en un admirador de sus trabajos. Eso me motivó a investigar más en profundidad cada uno de ellos, comenzando por el primer planeador que construyó, voló y por el cual fue premiado por las autoridades de su país con tan solo 16 años de edad”, dice.
Según cuenta la historia. al construirlo dentro de su casa. su padre tuvo que demoler una parte de una pared para poder sacarlo al campo y probarlo. Luego le siguieron otros proyectos. como lo fue la HO-229 o como así también su participación en el desarrollo del B2, el famoso Stealth que se convirtió en uno de los bombarderos más importantes de los Estados Unidos.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Reimar Horten emigró a Córdoba, Argentina donde continuó el diseño y construcción de planeadores, un avión supersónico de ala delta experimental (IA-37) . Junto a Kurt Tank creó el Pulqui, uno de los primeros aviones a reacción del mundo, y que fue volado en septiembre de 1947 por el teniente Edmundo Weiss en Morón ante el presidente Juan Domingo Perón. Dos de los planeadores se pueden ver en el Museo Nacional de Aeronáutica.
“Pasando por infinidades de alas, planeadores y cazas, me detuve en los trabajos que realizó en Argentina, en donde también realizó una labor sorprendente desarrollando tecnologías que hasta aún hoy en día siguen siendo utilizadas por otros países”, destaca Iván.
Manos a la obra
Sin perder el tiempo Iván se puso a investigar en línea. “Primero busqué y conseguí los planos. No tenía las medidas para replicar el prototipo de ala única a escala, así que tuve que acomodarlo”.
Con un poco de foam -un tipo de gomaespuma liviana- imprimió los planos y empezó a darle forma al avión en una sola pieza. Más tarde le sumó un motor brushless sin carbones que tenía en su casa. Ese propulsor le garantizó menos rozamiento y mayor rendimiento. Y le colocó una hélice de 5 × 4.5. La máquina que construyó tiene, además, un control speed de 40 AMP, dos servos kds 290 digitales con engranajes metálicos y todo esto alimentado por una batería lipo de 11.1v.
Una vez terminado lo recubrió con vinilo blanco, y les realizó detalles en rojo y negro utilizados para gráfica automotriz.
Faltaba lo más emocionante, hacerlo volar. “La prueba la hicimos en el playón de la escuela. Lo pudimos medir y alcanza unos 160 kilómetros por hora… verlo en el aire fue muy gratificante”..
En total tardó un mes y medio desde la planificación hasta la ejecución total. Tuvo ayuda de su padre, que es técnico en aeronáutica y docente, y gastó en entre materiales nuevos, y otros reciclados un promedio cinco mil pesos.
Iván está convencido de la asombrosa creación que hizo el ingeniero alemán . “Tanto las imágenes de su construcción como las del video de su prueba de vuelo hablan por sí solas, dándonos a entender sin duda la capacidad que tenía Reimar Horten para lograr un diseño de alta eficiencia, que nos permite imaginar y tener una idea de alguna manera de lo increíble que hubiese sido esta aeronave si se hubiese llegado a su fabricación en serie”.
Fuente norte