El “lado B” de la pandemia deja expuestas realidades tan variadas y diversas como polémicas. Así, la alerta de la industria tabacalera, que la semana pasada anunció que por el cierre de sus fábricas a causa del aislamiento social preventivo y obligatorio distribuyó el stock que tenían almacenado y “es inminente” que las distribuidoras se queden sin mercadería, es vista para otros como una oportunidad para abordar desde la salud los beneficios que acarrea abandonar el hábito de fumar.
Según datos del propio sector, la industria emplea a 200.000 personas en forma directa en todo el país y cerca de 1 millón en total. Además datos del Ministerio de Agroindustria revelan que en 2019 se despacharon 1.658 millones de atados de 20 unidades, por un valor de $135.101 millones. British American Tobacco y Massalin Particulares, la empresas que concentran el mercado local, le pidieron al Gobierno que la actividad quede exceptuada y ya hablan de faltantes importantes de la principales marcas con impacto extra en los quioscos, donde los cigarrillos representan más del 30% del total de las ventas.
La Cámara de la Industria del Tabaco apunta que el desabastecimiento en los negocios de cercanía fomentaría la circulación de 8 millones de fumadores por distintos kioscos del país en busca de cigarrillos.
Mucho se ha publicado desde el inicio de la pandemia sobre el peor pronóstico que tienen los fumadores en caso de contraer el nuevo coronavirus. Es que a las consecuencias ya conocidas que el tabaquismo provoca en el organismo, se sumó el hecho de que por su condición de fumadores, quienes tienen esta adicción integran los grupos de riesgo frente al COVID-19.
Un reciente metaanálisis publicado en la revista médica Tobacco Induced Diseases indagó sobre cómo afecta el nuevo coronavirus a aquellas personas que son fumadoras y corroboró que fumar estaría relacionado con una progesión negativa y resultados adversos en personas que contraen esta enfermedad.
Así, hasta la fecha se considera que el hecho de ser fumador empeora el pronóstico de la enfermedad, un aspecto evidente teniendo en cuenta el negativo impacto que tiene el tabaco en los pulmones y su asociación a una gran cantidad de enfermedades respiratorias.
Fumar además debilita el sistema inmunitario y su respuesta ante infecciones, haciendo que los fumadores sean más vulnerables ante diferentes enfermedades infecciosas. Varios estudios previos habían demostrado que los fumadores son dos veces más propensos que los no fumadores a contagiarse de gripe y tener síntomas mucho más severos, además de que los fumadores tenían una probabilidad mayor de morir en la anterior epidemia de MERS-CoV.
O sea que “el tabaquismo no sólo produce muertos por tabaquismo: produce un deterioro de la calidad de vida importante a través de la enfermedad coronaria, la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), los tumores de la vía aérea y los de pulmón, todos factores que menoscaban la calidad de vida y que van a terminar en la muerte de la persona”. El médico cardiólogo Francisco Toscano Quilon (MN 95.358) es miembro de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA) y postuló que “la actual coyuntura es una excelente oportunidad para dejar de fumar”.
“Está claro que el COVID-19 en el tabaquista es mucho más grave; la Organización Mundial de la Salud habla de hasta 14 veces más riesgo de muerte respecto a un no tabaquista, esto es que contraída la enfermedad es más riesgoso para alguien que fuma, como lo para el diabético o el mayor de 65 años, con la salvedad de que esos son factores que no podemos modificar”, señaló el especialista consultado por Infobae.
En la misma línea se manifestó la médica neumonóloga Ana Putruele (MN 55966), quien destacó que “hay varios estudios que hablan acerca de que los fumadores tienen más riesgo de mortalidad que los no fumadores frente al COVID-19”. “El tabaquismo está relacionado con otras enfermedades respiratorias como la EPOC entre tantas otras, entonces siempre la mortalidad va a ser mayor entre quienes tengan coronavirus asociado a tabaquismo que entre aquellos que no fuman”, analizó la jefa de Neumonología del Hospital de Clínicas, quien resaltó que “si bien no hay números totales, se ve un porcentaje mayor al 9-10% de mortalidad por coronavirus en los fumadores, superior al 4-5% que se fijó de mortalidad global”.
Como se sabe, “el 80% de los casos de coronavirus atravesará el cuadro como una gripe, un 20% que puede tener una afectación pulmonar o de otra índole un poco más severa y hay un 5% de los pacientes que presentan formas graves de la enfermedad, que evolucionan a distrés respiratorio agudo del adulto con alta mortalidad”. “Ese 5% se vio que tienen predisposición al hábito tabáquico, además de otras comorbilidades”, destacó Putruele a este medio, para quien la situación actual “es una oportunidad para llamar la atención de aquellos pacientes que además de presentar otras características epidemiológicas tienen a su vez el hábito del tabaquismo”.
“Creo que es un buen momento para promover entre los fumadores esta oportunidad para abandonar un hábito que tanto daño produce en su salud -enfatizó-. El mensaje más importante es el del cuidado personal, el aislamiento y si es posible aquellos pacientes con enfermedades respiratorias crónicas deben quedarse en su casa aislados”.
¿Qué hacemos con el encierro, la ansiedad y el hábito de fumar?
Para el médico psiquiatra Enrique De Rosa (MN 63406), “en las adicciones, las ecuaciones son simples y en este caso sería invitar a la gente que está informada sobre las dificultades de esta nueva enfermedad y cómo la condición de fumador convierte a alguien en parte de la mayor población de riesgo, a entender que no hay opción de seguir fumando”.
“Podríamos decir que es uno de los efectos positivos de la pandemia y que el presente es ‘el’ momento para que aquel que fuma deje de hacerlo”, sentenció el especialista en Adicciones Comportamentales, para quien “la dificultad es que si bien hay muchos tratamientos, si la persona no decide dejar de fumar por más que tome un medicamento no va a dejar”.
Frente a la ansiedad que se sabe genera abandonar una adicción, sumada a la que ya vive la gente en el marco de la actual emergencia sanitaria, De Rosa consideró que “enfocarse eso es correrse del problema”. “Hay una cantidad de cosas que se sabe se pueden hacer para disminuir esa ansiedad, acá el tema central es que no es opción utilizar el cigarrillo como ansiolítico -ahondó-. En el tratamiento de las adicciones nunca la solución es perfecta, hay ‘males menores’ o situaciones que pueden desencadenar esa ansiedad que son más tratables que la adicción”.
«Sacarle el ‘chupete’ que representa el cigarrillo para la mayoría de las personas implica enfrentarlos con lo que el chupete tapaba, será cuestión de buscar ayuda profesional y abordar otro concepto interesante cuando se sale de las adicciones, que es qué hacer con la cantidad extra de energía que hay que buscar la forma de canalizar», finalizó.
Al respecto, Toscano señaló que desde la FCA plantean la cesación tabáquica con “técnicas de control de la ansiedad, descarga motora, meditación, mindfulness, apoyo psicológico”. “En esta situación de aislamiento habrá que tratar de hacer ejercicio en casa, organizarse con las comidas para no compensar, y establecer rutinas”.
Fuente: Infobae.