Los afiliados de obras sociales se encontraron en 2020 con un fuerte incremento de los montos que deben pagar en negro a médicos y especialistas para ser atendidos, además, claro, de entregarles la orden de consulta correspondiente.
“El año pasado, cada vez que tenía alguna consulta urgente para alguno de mis chicos, para hacerlos atender por un pediatra de guardia me cobraban un plus de 200 a 300 pesos. En febrero me encontré con que me pedían 800”, contó Claudia, afiliada del Insssep.
Su experiencia fue en una clínica de la calle Güemes a la que solía recurrir cuando alguno de sus hijos pequeños tenía algún problema de salud -generalmente respiratorio- fuera del horario de atención de su pediatra de cabecera. “Me pareció una locura, así que busqué otro lugar, donde me cobraron 500. Igual me pareció muchísimo”, relató.
GOLPE AL BOLSILLO
Lo que le sucedió a la joven madre no es un caso aislado. En general, la gran mayoría de los prestadores que cobran el “plus” remarcaron ese arancel entre un 50 y un 100%.
El golpe más duro al bolsillo de los afiliados de obras sociales lo dan los médicos especialistas (neurólogos, traumatólogos, dermatólogos, gastroenterólogos, etcétera), con quienes el pago adicional quiebra fácilmente la barrera de los 1000 pesos y en varios casos se arrima o supera la de los 2000.
Las excepciones, como tales, son muy pocas. Y, así, los médicos que solo exigen la correspondiente orden de consulta de la obra social son bichos raros en el sistema.
JAMÓN DEL SANDWICH
El nefasto “arancel ético” (como lo bautizaron las corporaciones de prestadores) nació en los ‘80, y nunca más se fue de escena. Por el contrario, se convirtió en una práctica ilegal que todo el mundo ha naturalizado.
Es que el plus está tan instalado que las obras sociales ya no sienten presión alguna para mejorar los aranceles que pagan a los médicos. Al fin de cuentas, cuando estos quieren una mejora, se la cobran directamente al afiliado, como sucedió en estos primeros meses de 2020.
Los profesionales, a su vez, encontraron la llave de la felicidad: dinero en efectivo que les ingresa a diario y por el que no deben tributar. El único que pierde es el pato de la boda en todo esto: el paciente, condenado a ser el jamón del sandwich que se comen otros.