Según la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR), el 61,6% de los argentinos tiene exceso de peso, en una proporción de 36,2% de personas con sobrepeso y 25,4% con obesidad.
Así, los resultados de su cuarta edición no hicieron más que reafirmar la preocupante propensión de los argentinos hacia la obesidad, el sobrepeso, el tabaquismo y la diabetes, entre otras patologías responsables de la mayoría de las enfermedades no transmisibles que -se sabe- son una de las principales preocupaciones en materia de salud pública en el mundo.
En ese contexto, el Gobierno lanzó esta semana una nueva edición del programa Precios Cuidados, que incluye 310 ítems, entre los cuales algunos fueron foco de varias críticas por parte de profesionales de la salud.
Seis marcas de fideos (dos sin gluten), cinco de harinas, cinco de arroz, galletitas dulces, ocho variedades de gaseosas, tres de jugos son algunos de los alimentos sobre los que médicos y nutricionistas pusieron la lupa. Además, cuatro marcas de cerveza, seis de vino y gran variedad de postrecitos encendieron la alarma.
Ante las primeras críticas, el ministro de Producción y responsable del plan, Matías Kulfas, explicó las razones por las cuales decidieron sumar bebidas alcohólicas: “La canasta busca reflejar un promedio de lo que es el consumo de los hogares argentinos y muchos hogares consumen ese tipo de bebidas”.
“No estamos pensando en penalizar consumos, pensamos en cuidar los precios. De más está decir que hay que hacerlo con moderación. Lo que buscamos es que los hogares que acceden a los consumos de alimentos, bebidas y perfumería lo hagan con precios razonables, de referencia”, agregó en diálogo con radio Mitre.
“Nosotros iremos incorporando otras variedades, pero no podemos definir lo que consumen o no los argentinos, porque además no es el objetivo del programa: necesitamos saber cuánto valen las cosas”, explicó en tanto la secretaria de Comercio Interior, Paula Español, en radio Metro.
Tal vez ese sea el punto en cuestión. Si bien el consumidor elige por gustos, preferencias y hasta por falta de información, el debate debiera ser si el control de lo que se come sólo debe partir de lo que un profesional de la salud aconseje en una consulta médica, o tendría que haber políticas económicas que ayuden a que los alimentos industrializados no sean tan accesibles, que -de algún modo- es una manera de favorecer su consumo.
“Uno de los problemas más grandes de salud que sufre la sociedad argentina es el sobrepeso y la obesidad y todas las consecuencias que ello acarrea, como lo son las patologías crónicas que vienen de la mano de la malnutrición”. La licenciada en Nutrición María Cecilia Ponce (MN 3362) analizó que “las políticas de salud no tienen coherencia con las políticas económicas implementadas” y destacó que “para poder disminuir el consumo de productos industrializados, como los principales responsables de este exceso de peso en la población, en otros países lo que trajo buenos resultados es aplicar más impuestos, restringir la publicidad o la venta en ciertos lugares; y esto no es precisamente lo que ocurre con la aprobación del nuevo listado de precios cuidados”.
Y tras observar que es entendible que “esta política no intenta aconsejar sobre cuáles son los alimentos más nutritivos sino cuidar el precio y mantener la inflación”, consideró que “de cierta manera se fomenta el consumo de productos como las harinas, las galletitas, los postres y las gaseosas”.
“Somos el país que más consumo gaseosas presenta en Latinoamérica y en el listado hay productos esenciales por su calidad nutricional que no están incluidos, por ejemplo, hay más oferta de bebidas azucaradas que de agua mineral -examinó Ponce-. Hay muchas marcas de aceite de girasol y ni una de aceite de oliva, que sería otro gran faltante del listado”.
Para la médica especialista en Nutrición Mónica Katz (MN 60164), “en principio, lo primero que hay que hacer es alinear los precios cuidados a las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA) que revisa y recomienda el Ministerio de Salud y que apuntan a generar comportamientos alimentarios y nutricionales más equitativos y saludables por parte de la población”. “Las GAPA sugieren la proporción de alimentos que hay que comer y debieran ser tenidas en cuenta al momento de determinar los precios cuidados”, resaltó.
Entre los grandes faltantes, Ponce enumeró el aceite de oliva, las verduras (hay sólo cebolla, papa, lechuga y zapallo), fruta (hay sólo manzana), proteínas (faltan cortes de carne fresca (hay sólo espinazo, roast beef y carne picada), pescado fresco (hay una marca de atún en lata), legumbres y frutos secos como los más importantes.
“Otros grandes ausentes son las grasas saludables (aceite de oliva, omega 3 del pescado), las fibras, vitaminas y minerales que aportan las frutas y verduras, mientras que se observa exceso de alimentos industrializados, de la mano de postrecitos y galletitas”, consideró Ponce.
En tanto, la médica especialista en Nutrición Virginia Busnelli (MN 110351) consideró que “los precios más bajos estimulan al consumo”, por lo que coincidió con Katz en que el programa “debería seguir los lineamientos de las GAPA y también adecuarse a las nuevas políticas de hambre”. Con respecto a los cambios de este año, manifestó que la falta del azúcar entre los Precios Cuidados le pareció un acierto, pero encontró “una gran contradicción al ver disponibles tantas bebidas gaseosas o de jugos listos azucarados, así como el alcohol”. Y aunque resaltó como un acierto la cantidad de lácteos, “aunque preferiría que exista menor disponibilidad de postres elaborados”, consideró que “una vez más se perdió la oportunidad de empezar a modificar en la población los malos hábitos instalados”.
Con ella coincidió Ponce, quien criticó la presencia de “muchas marcas de vino y cerveza, lo que de alguna manera fomenta el consumo de bebidas alcohólicas, que son de los productos más adictivos, que menos puede controlar la población y que van a traer más problemas de salud a largo plazo”. “Son otro de los productos con los que debieran tomarse medidas para que la gente tome conciencia y disminuir su consumo”, finalizó.
A modo de cierre, Katz mencionó el concepto de “paternalismo libertario” de los economistas comportamentales Richard Thaler y Cass Sunstein, como una posible oportunidad para poner en práctica a partir del programa que busca fijar precios. “Lo que ellos sostienen, a la manera del salero fuera de la mesa o ser donante de órganos por default salvo que la persona manifieste lo contrario, es que sin quitarle el libre albedrío o la posibilidad de elegir a la gente, la decisión saludable se convierta en la fruta más a mano”.
“Creo que eso se podría hacer hoy con Precios Cuidados”, consideró la especialista, quien analizó: “¿Podríamos generar que Precios Cuidados también dirija comportamientos saludables? ¿Podríamos hacer que en vez de haber gaseosa común hubiera light? ¿Más verdura, más corte de carne, más pescado que no hay? Yo creo que es una deuda pendiente, no solamente utilizar el programa como herramienta de fijación de precios frente a una Argentina con inflación, sino también usarla para que mañana Economía no tenga que afrontar los costos de atender enfermedades derivadas de comer mal hoy, y eso va a pasar ya, en diez años o menos”.
Fuente: Infobae