Aunque preparó la escena del crimen para que pareciera un robo, tuvo algunos descuidos que la Policía no pasó por alto.
“Buenas noches. Llamo de la casa de la calle 48 N° 809. Recién llego y están todas muertas. Me parece que entraron ladrones”, le dijo Ricardo Barreda a la Policía. Ese 15 de noviembre de 1992, poco antes de comunicarse con el 911, el odontólogo se aseguró de preparar la escena del crimen para pareciera un robo. Sin embargo, algunos descuidos llevaron a que, diez días después, se descubriera que él había sido el autor del múltiple femicidio en el que mató a su mujer, su suegra y sus dos hijas.
Cuando los policías llegaron a la casona de La Plata, se encontraron con una estremecedora escena del crimen. Gladys Elena Margarita MacDonald, de 57 años, estaba boca arriba en la cocina, con el pecho y el estómago destrozados por dos escopetazos. A menos de dos metros estaba su hija, Adriana Barreda, de 24 años, que recibió un disparo en el pecho y otro en el cuello.
En la sala quedó el cadáver de la otra hija de Barreda, Cecilia, de 26 años: estaba boca abajo, con un tiro en el cuello y otro en el pecho. Llegando a la escalera, se encontraba la abuela de las chicas, Berta André, de 86 años, que recibió dos escopetazos por la espalda.
Los descuidos de Ricardo Barreda en la escena del crimen
En el piso de arriba, un grupo de policías revisaban las habitaciones. Las dos primeras a las que entraron estaban completamente desordenadas: los cajones revueltos, la ropa por el piso, los colchones dados vuelta, una silla rota y hasta un alhajero vacío en el suelo.
Los supuestos ladrones parecían haber revisado hasta el último resquicio en busca de dinero. De esas piezas, solo llamó la atención un detalle: había un fajo de billetes a la vista dentro de un cajón. Resultó extraño que los delincuentes no lo hubieran visto.
Las sospechas incrementaron cuando entraron al tercer dormitorio de la planta alta, el único que tenía la puerta cerrada, aunque sin llave. El ambiente estaba impecable y hasta se respiraba un olor agradable. Efectivamente, nadie había revisado esa habitación, que pertenecía precisamente a Barreda.
Múltiple femicidio de Ricardo Barreda: el descubrimiento
Durante diez días, Barreda fue la víctima. Un padre de familia que sufrió la pérdida de sus hijas, su esposa y su suegra, todas asesinadas a sangre fría en un violento robo. Durante ese tiempo, visitó diariamente la comisaría con la expectativa de enterarse de los avances del caso. A media cuadra estaba la parroquia de Nuestra Señora de Betharram, a la que iba a rezar.
Fue justamente en la comisaría primera de La Plata donde su mentira tuvo punto final. El subcomisario Ángel Nicolás Petti lo encaró repentinamente. “Es emoción violenta. ¿Entendés? Vos te volviste loco y las mataste por equis motivo, pero sobre todo porque perdiste el control. No supiste lo que hacías”, le dijo, según el diálogo reconstruido en el libro Crímenes argentinos, de Ricardo Canaletti, Héctor Gambini y Rolando Barbano.
Barreda quedó pálido. Y Petti continuó: “Mirá, ¿ves? Que no puede comprender la criminalidad del acto ni dirigir sus acciones. Es inimputable el que no sabe que está cometiendo un delito. Y vos te nublaste ¿no? No supiste lo que hacías… ¿Fue así no?”.
Finalmente, el odontólogo terminó confesando lo que realmente había sucedido. Menos de dos años después, en agosto de 1995, declaró con lujo de detalles ante la Sala I de la Cámara Penal, que lo condenó a reclusión perpetua.
Recién en 2008 salió de la cárcel al verse beneficiado con prisión domiciliaria. En marzo de 2011, se le otorgó la libertad condicional, mientras que en 2016 quedó en libertad plena. Poco después, acudió con una identidad falsa a un hospital de General Pacheco, donde estuvo internado durante 457 días y donde le diagnosticaron un cuadro de salud mental.
Luego quedó internado durante varios meses en el Hospital Eva Perón de San Martín, hasta que, en marzo de 2020, justo antes de que comenzara la cuarentena, fue al Hogar Geriátrico Del Rosario, ubicado en la localidad bonaerense de José C. Paz. Allí murió el 25 de mayo de ese año, a causa de un paro cardíaco. Tenía 83 años.