Un turista egipcio tuvo un ataque de ira en el Vaticano. Los bustos destrozados tienen más de 2000 años, y fueron enviados al laboratorio para ser restaurados.
Un turista egipcio protagonizó este miércoles un insólito episodio en el Vaticano, cuando en un ataque de furia, rompió dos estatuas romanas, porque no le concedieron una entrevista con el Papa Francisco.
Tras los destrozos, el hombre intentó escapar, pero fue detenido por la Policía.
Se trata de un visitante de mediana edad procedente de Estados Unidos y de origen egipcio. Durante el mediodía -hora italiana-, visitó los Museos Vaticanos y pidió una audiencia con el Papa Francisco.
El problema comenzó cuando el personal de seguridad se la negó, porque, ante la negativa, se enfureció y empezó a destruir lo que había a su alrededor.
El vocero de prensa del Vaticano, Matteo Bruni, sostuvo que se trató de “un gesto de una persona trastornada”.
En ese sentido, Giuliano, el guía que detuvo al egipcio, explicó que “el hombre se puso furioso luego de que le negaran la presencia del papa Francisco”.
Una vez que el hombre -cuya identidad no fue revelada- fue retenido por el guía para impedir que siga rompiendo cosas, gendarmes del Vaticano actuaron para detenerlo y lo entregaron a las autoridades italianas.
LOS BUSTOS TENÍAN 2000 AÑOS DE ANTIGÜEDAD
No está claro cómo hizo el hombre para arrancar los bustos, ya que en teoría están anclados. Lo cierto es que dos de ellos, con más de 2000 años de antigüedad, terminaron en el piso: uno presentó daños en la nariz y el otro en la base.
Las dos esculturas romanas, de personajes no conocidos, se encontraban sobre una repisa. Estas piezas, según confiaron los restauradores del lugar, “no tuvieron daños relevantes y ya fueron enviados al laboratorio para ser restaurados”.
Según publicó el diario ABC de España, las esculturas pertenecen a la colección expuesta en el Museo Chiaramonti y se encuentra en la galería que conecta el Palacete Belvedere con el resto de los Palacios Vaticanos.
La colección reúne retratos romanos y tiene el apellido del Papa Pío VII. Surgió en 1806, después de que los museos tuvieran que ceder gran parte de sus obras a la Francia de Napoleón, cuando el entonces pontífice emprendió una campaña para adquirir nuevas piezas.