Una organización, que hizo base en la Argentina, montó una compleja ingeniería que implica mulas bancarias, reclutadores y operadores de los engaños en Tinder, Facebook y otras redes sociales. Hay 51 detenidos y estafas de más de 200 millones de pesos.
¿Cómo puede conectarse un desengaño amoroso con una red criminal que financia al narcotráfico y, probablemente, al terrorismo internacional? Facebook, Tinder, Tagger, Hangouts, entre otras aplicaciones de citas, se convirtieron en herramientas ideales para la concreción de delitos trasnacionales. En el camino, quedan las víctimas de las estafas con el corazón roto y el bolsillo vacío.
Es el caso de una banda de corte piramidal y liderada por Obinna Chukwuemeka Ejikeme, un nigeriano con antecedentes y de apodo “Bobby” que luego de obtener el dinero, se abastecía de organizadores -de la misma nacionalidad-, reclutadores y un elevado número de “presta cuentas” para fugar el botín.
Lo hacían a través de millonarias transferencias y a cambio de un porcentaje de la operación fraudulenta: una ingeniería financiera que involucra, no solo a la Argentina, sino a varios países.
La minuciosa investigación de la Superintendencia de Investigaciones Federales de la PFA, al mando de Alejandro Ñamandú y del juzgado porteño a cargo de Luis de Campos, ya lleva dos etapas y promete más: el año último,17 personas fueron detenidas, entre ellos, varios jefes de la organización. En junio de este año, la cifra de arrestados llegó a 51. El botín superaría los 200 millones de pesos.
Las víctimas no sabían que, con su aporte, financiaron actividades delictivas como el narcotráfico y, los investigadores creen, al terrorismo. En el camino, se cometieron múltiples delitos: falsificación de dólares, extorsiones y amenazas, entre otros.
“Mulas bancarias” y promesas de amor como anzuelo
Las personas en la Argentina que facilitaron múltiples cuentas en varios bancos para tal fin, denominadas “mulas bancarias”, enfrentan una pena mínima de tres años de prisión por ser considerados integrantes de una asociación ilícita. Están ubicados en el último escalón de la estructura piramidal, pero su rol fue esencial en el esquema.
La organización usaba el amor como anzuelo en aplicaciones de cita y redes sociales: sus integrantes creaban perfiles falsos en los que endulzaban a las víctimas con promesas románticas. En algunos casos, las charlas decantaban en el envío de un supuesto regalo de un elevado valor económico, que no podía llegar a destino porque era retenido en la Aduana.
En ese momento, empezaba el “mangueo” para liberar la encomienda con el pago de impuestos o gastos de gestión que no eran tales, ya que el obsequio era ficticio. Los ardides eran similares: seguían un guion preestablecido. Las víctimas creían estar viviendo un cuento. Y lo era.
También, en la causa se ventilan otras modalidades de engaño. El presunto enamorado, que no es más que un “avatar” creado para tal fin, se embarca en un viaje hacia el país para encontrarse con su amor, pero -según dice- no puede llegar a destino por ser detenido en el aeropuerto por los objetos que trasportaba. El pedido de auxilio incluía pagos para solventar el proceso judicial.
Todo, desembocaba en las cuentas bancarias creadas por las mulas. También podían girar los billetes a Western Union, Latin Express Finalcial Serves, Money Gram, entre otras. En la ficción narrada, esos datos correspondían a diplomáticos, gestores, efectivos de las fuerzas de seguridad, empleados de aduana o empresas encargadas de la logística. En la realidad, correspondían a miembros de la organización.
Existía, además, una tercera modalidad en la que se sustraían los datos de cuentas bancarias de determinadas personas desde las que se hacían más envíos de dinero. Otros, recibían amenazas para hacer los pagos y para que no los denunciaran, según los testimonios que constan en el expediente.
La tarea de los reclutadores constaba en centralizar y recaudar la mayor parte del dinero obtenido a partir de las estafas y, luego, se encargaban de que les llegara a sus respectivos superiores. Al mismo tiempo, reclutaban al mayor número de personas posibles para disponer de sus cuentas bancarias para girar el dinero al exterior y/o convertirlo en moneda extranjera.
Las mulas tenían que ser personas conocidas, en quien pudieran depositar confianza y que aceptaran formar parte de la maniobra que implicaba elevadas sumas de dinero y el riesgo de ser atrapados. También hubo quienes facilitaron sus datos para la apertura de múltiples cuentas en las que se realizaban las transferencias.
En caso de que no cumplieran con lo pactado por demoras o el desvío de dinero, la banda ejercía una campaña de persecución hasta obtener la suma.
La comisión oscilaba entre el 5 y el 10 por ciento del total de la operación bancaria.
La operativa de la empresa criminal también implicaba a dos financieras clandestinas, que funcionaban en la Ciudad de Buenos Aires, bajo la fachada de verdulerías. Su tarea era recibir el efectivo que los organizadores retiraban, cambiaban las divisas y las canalizaban hacia otros países, mediante Paypal y la compra y uso de bitcoints.
Cómo cayeron las víctimas: un falso médico, un príncipe y un barco pirata
Marzo de 2019. En Twitter aparece un contacto muy atractivo, casi soñado: un médico viudo, con dos hijos, de nombre William le aseguró a una usuaria (real) que trabajaba con nenes en África. Decía, además, que estaba a bordo de una embarcación de la Cruz Roja. La mujer entabló conversaciones por WhatsApp que la llevaron a creer que había establecido una relación a distancia con un personaje de película.
Todo iba bien hasta que el médico y el barco en el que navegaba fueron capturados por piratas. Él le suplicó que recibiera una caja con sus pertenencias en Buenos Aires. Desde ese momento, comenzó a ser intimidada para realizar pagos para conseguir las pertenencias de su amado. La víctima ejecutó operaciones por más de 200 mil pesos a cuentas bancarias de Brasil, Tailandia y Neuquén.
La misma mujer fue contactada, más tarde, por el “Príncipe Hamdam” en Instagram, a quien comenzó a enviarle dinero para los niños que vivían en orfanatos en los que él trabajaba. Otra vez, comenzaron los giros. Esta vez fueron unos 250.000 pesos y 1000 dólares.
En otra de las historias cayó otra víctima que proveyó – sin saberlo- unos 17.000 dólares a la organización bajo el mote de “Frank Campbell”, un periodista en Somalía que tuvo varios problemas: le robaron a su hijo en Estados Unidos y fue internado en ese país de África por un accidente. Todo tenía un costo que ella desembolsó, pero le seguían pidiendo dinero con intimidaciones. Incluso, se endeudó para pagarles.
La situación la llevó a tener complicaciones en su salud. Padeció problemas con la presión arterial y tuvo la necesidad de iniciar tratamientos terapéuticos.
También hubo militares en misiones suicidas en países en conflictos bélicos, paquetes retenidos en la Aduana, falsos premios en dólares que costaban muchos impuestos, pero nunca llegaban y conversaciones ficticias con personas conocidas que no eran las que estaban detrás de los chats. Incluso, un abogado llegó a presentar un hábeas corpus por un perfil falso.
No faltaron, tampoco, las ventas falsas en Facebook y la intrusión a cuentas bancarias, desde las que hacían transferencias no autorizadas. La causa recolectó los testimonios de 43 víctimas, entre ellas empresas, que fueron estafadas por millones.
La investigación, que sacó el velo a la estructura de financiamiento, sigue abierta. La sospecha es que, detrás de “Bobby” -que operó desde la Argentina y permanece prófugo- se esconden los verdaderos jefes de la estructura.