Recrea autos de policía, ambulancias, colectivos, camiones de reparto de gaseosas y otros vehículos típicos de épocas pasadas. “Algunos me dicen que estoy loco, que arruino los autos”, dice Carlos Giosa.
La pasión de Carlos Giosa por los autos viene de chiquito. “Con mi primo íbamos a la gomería del barrio y nos daban cuatro gomas viejas, le poníamos unos palos y armábamos un auto”, cuenta este amante de los automóviles en su casa en Tandil, en la provincia de Buenos Aires.
Hace seis años que se dedica a coleccionarlos, tiene entre 20 y 25 modelos. “Vendía un auto, compraba dos”, cuenta Carlos. Hoy, en su ciudad, Carlos armó un museo de autos clásicos americanos y hamburguesería a la que nombró Granero 66. “Siempre fue mi sueño”, dice orgulloso.
Carlos llegó a la ciudad de la piedra movediza en 2015, cansado de la inseguridad, tras sufrir varios robos. Él y su familia son oriundos de Burzaco, localidad en la zona sur del conurbano bonaerense, donde toda la vida tuvieron una empresa de griferías. El hermano más chico quedó a cargo del negocio familiar en Buenos Aires mientras Carlos con su esposa y sus hijos fueron a buscar una vida más tranquila a Tandil y junto a su hermano más grande invirtieron en una nueva planta de la empresa que ambos llevan adelante.
En Burzaco tenía solo motos, por el poco espacio del que disponía, pero en tierras serranas, ya con un galpón más grande, empezó a coleccionar “fuerte”.
Un viaje por la ruta 66, su inspiración
“Cuando viajé a Estados Unidos, a la ruta 66 me voló la cabeza. Volví de ese viaje, empezó la pandemia y arranqué con el museo”, relata Carlos.
La dinámica es así: a Carlos le aparece la oportunidad de comprar un auto clásico antiguo y luego piensa cómo lo puede intervenir para recrear el uso que ese tipo de auto tenía en el pasado: ambulancia, auto de policía, carrito para vender gaseosas.
“Me gusta mostrar aspectos de antes, cosas que no se ven en cualquier museo. Vos en el museo Fangio, por ejemplo, ves autos de carrera, de todas las épocas, pero no como se veía un auto de policía de 1940, un colectivo del año 1930 o un camión de Coca Cola de 1929″, enumera.
“Ahora estoy haciendo un camión que llevaba presos en los años ‘30. También estoy haciendo una ambulancia de los años ‘30 y ‘40″, adelante sobre sus próximos estrenos.
Carlos crea los diseños y tiene gente que pinta los vehículos. “Muchos me dicen que estoy loco, que arruino los autos”, comenta.
Un nuevo negocio familiar
Al mismo tiempo que Carlos se abocaba de lleno al armado del museo, sus hijos le propusieron crear una hamburguesería americana como las que habían visto mientras rodaban por la mítica ruta 66, esas que abundan en las películas de Hollywood, con asientos de cuerina dobles pegados de un lado a la pared.
Así lo hicieron, y en diciembre de 2021 inauguró Granero 66 y el éxito fue total. Con el ticket de la consumición de la comida se ingresa al museo. “Veo la cara de asombro de la gente cuando pasan de la hamburguesería a la parte del museo”, dice Carlos que está ahí, cuidando sus tesoros.
La comunidad de Tandil celebró su emprendimiento y no solo los lugareños. Gente del nicho tomaron el lugar como de referencia y es un punto de reunión para los coleccionistas. Hacen encuentros de autos americanos, con Harley Davidson, con Mercedes Benz. “No nos dimos cuenta del ruido que hicimos”, comenta.
Él estaba preparado como para abrir un año antes, pero esperaron a que se calme la pandemia y que los restaurantes pudieran tener mesas adentro y aprovechar al máximo la capacidad.
Carlos reflexiona sobre la vida. Él perdió amigos y familiares durante la época dura del Covid. “La vida, y más cuando te vas haciendo cada vez más grande, vos decís ‘¿qué es la vida?’, la tenés que disfrutar. No vas a hacer locuras, pero no me voy a quedar con las ganas de nada”, cierra.