Fabricado por la Nasa en colaboración con agencias espaciales, permitirá observar las primeras galaxias que aparecieron tras el Big Bang y las estrellas.
El telescopio espacial James Webb, una revolución para la observación del universo, despegó el sábado a las 12H20 GMT desde el centro de Kurú en la Guayana Francesa, a bordo de un cohete Ariane 5, según constató un periodista de la AFP en el lugar.
El vuelo propulsado del cohete durará 27 minutos y después el observatorio se separará y viajará hacia su órbita final, a unos 1,5 millones de kilómetros de la Tierra.
“Una máquina del tiempo”, “una notable hazaña de ingeniería” o “el lanzamiento de la década” son algunos de los comentarios que se han oído sobre el James Webb, el mayor telescopio jamás enviado al espacio.
Después de unos cuantos retrasos, su lanzamiento en un cohete Ariane 5 se produjo esta mañana. El James Webb, una colaboración entre las agencias espaciales de Estados Unidos (NASA), de Europa (ESA) y de Canadá (CSA), viajará hasta situarse a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, aproximadamente cuatro veces más lejos que la Luna.
Desde allí, ofrecerá una vista inédita del universo a longitudes de onda del infrarrojo cercano y el infrarrojo medio, y permitirá a los científicos estudiar una gran variedad de objetos celestes, siendo capaz de mirar hacia atrás en el tiempo más de 13.500 millones de años para ver las primeras galaxias que nacieron tras el Big Bang.
Pero para ello, además de separarse del cohete a los 27 minutos y 11 segundos, debe seguir un largo viaje y superar una serie de etapas críticas en el próximo mes. El James Webb es tan grande que se ha doblado al estilo origami para caber en el cohete de Arianespace y una vez en el espacio se desplegará como un juguete transformer. Entre otros, deberá abrir su parasol, del tamaño de una cancha de tenis, y luego el espejo primario, de 6,5 metros, con el que podrá detectar la tenue luz de estrellas y galaxias distantes con una sensibilidad cien veces mayor que la del telescopio Hubble, informó la NASA.
Todo esto en los primeros 29 días, pero los ingenieros pasarán un mínimo de seis meses calibrando los instrumentos para que el telescopio quede listo para hacer ciencia.
El James Webb, que se enfrentará a temperaturas muy bajas (alrededor de -230 grados centígrados), funcionará durante un mínimo de cinco años, aunque está planificado para que lo pueda hacer diez. Está diseñado para expandir los éxitos científicos del Hubble. Entre ambos telescopios han pasado más de 30 años y tecnológicamente son muy diversos: el tamaño del espejo primario (6,5 metros frente a los 2,4 del Hubble) y su capacidad de ver la luz infrarroja (invisible al ojo humano) son las principales diferencias.
Gracias a esto, el James Webb podrá mirar atrás en el tiempo y observar las primeras estrellas que existían en el universo temprano y cómo se formaron las primeras galaxias tras el Big Bang y su evolución, además de los planetas de nuestro sistema solar y los que orbitan otras estrellas (composición química de los exoplanetas).