Emprendedora de 14 años empezó a criar «gallinas felices» en plena pandemia del Covid: ya tiene 800 y vende huevos a toda la comunidad

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Abril decidió luchar contra el aburrimiento del aislamiento social iniciando un pequeño emprendimiento. Lo que primero fueron diez aves, un año después es toda una empresa.

La productividad es una gran cura para el aburrimiento, pero pocas veces la vemos aplicada como lo hizo Abril Tolentino. La joven santafesina vive en Villa Mugueta, una pequeña localidad agrícola que hoy la reconoce como «la productora agropecuaria más importante del pueblo» gracias a su impresionante emprendimiento avicultor.

«Todo empezó en la pandemia«, relató Abril a Bichos de campo. «Se me ocurrió a mí que quería criar gallinas y me dijeron que sí. Primero habíamos comprado 10, luego 20, en el medio hicimos calabazas y con la plata que juntamos compramos otras 30, y bueno… Empecé así. Ahora tengo 800 gallinas«, resumió al portal la niña de 14 años.

Con una cerciente conciencia social sobre la ética del consumo, los argentinos empezaron a encontrar más y más la etiqueta de «gallinas felices» pegada a los maples de huevos. ¿Qué hace a estas gallinas felices? Se trata de una forma orgánica de crianza: a estas gallinas se les permite pastorear en libertad, en una granja o en un corral amplio, y los productores se limitan a recojer los huevos que depositan naturalmente siguiendo su ciclo.

A diferencia de los huevos de criadero que encontramos en los supermercados, los huevos de gallinas felices muestran un tamaño, color y sabor más abundante y atractivo; algunos productores hasta aseguran que ofrecen mayor valor nutricional. Si bien en el AMBA los huevos de estas gallinas felices suelen ofrecerse a precios no del todo accesible, la empresa de Abril resalta por su precio de oferta: $300 pesos el maple.

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La joven emprendedora acompaña la producción de los huevos desde su inicio: alimentando a sus gallinas en el pequeño gallinero de su campo familiar y pesando los huevos que recolecta uno por uno para limpiarlos y separarlos por tamaño. El cariño se siente hasta en el empaquetado, firme pero cuidadoso para preservar los huevos que la niña etiqueta con sellos de caritas sonrientes.

Con la primavera asomando, la familia Tolentino espera un aumento en el ritmo de la granja y la venta de sus huevos, que ya comenzó a dejar el nido de Villa Mugueta: además de los amigos y vecinos que compran la mercancía, la joven recibió encargos de la provincia de Rosario. Esto parece solo el comienzo.