Con 53 años, José López cumplió la promesa que, a los 14, le hizo a su madre: “Seré un profesional”. Y así fue. El viernes 6 de diciembre, logró el título de abogado otorgado por la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE).
Sin duda, su mayor orgullo es escuchar a su mamá “cuando me dice: ‘Mi negrito el chiperito ahora es un letrado’”.
Su camino no fue sencillo: nació en el seno de una familia de campesinos “muy pobres y había que rebuscarse”. Por circunstancias de la vida, a los 14 años debió dejar la escuela para vender chipa.
Con el tiempo, fue vendedor ambulante, barrendero y recolector de residuos. Actualmente es delegado regional por Misiones de la Confederación Argentina de Obreros y Empleados Municipales.
Pese a las dificultades, siempre mantuvo intacta su promesa. Y aunque “ni yo me lo creí, sabía que lucharía para intentar llegar. Porque siempre estuve convencido de que cuando te fijás una meta, tenés que darle para adelante y por cada paso que das, ya estás más cerca. No importa la edad, mientras exista vida hay tiempo”.
Camino a la meta
Oriundo de Ituzaingó (Corrientes), José debió abandonar la escuela a los 14 años. “Fue difícil, yo vendía chipa de almidón y mandarinas. La rectora del secundario me autorizó a llevar mi canasto de chipa para vender en el recreo. Pero por circunstancias de la vida tuve que abandonar la escuela”.
Era diciembre de 1980. El adolescente pensó que ya no había alternativas: debía marcharse del pueblo en busca de un mejor futuro.
Entonces, “salí a la ruta para hacer dedo, sin un norte. No sabía dónde ir y tampoco importaba el destino, porque salí sin uno”.
Un automovilista paró y lo trajo a Posadas y “así llegué a Misiones por primera vez”.
Se bajó en avenida Rademacher y Comandante Rosales, cuando un camión se detuvo: el conductor lo conocía. “Fue la suerte o el destino, trasportaba insumos para una panadería y me llevó a su casa. Al otro día fuimos a la panadería y me presentó a los dueños: ‘Él es el chipero de Ituzaingó’, me presentó. Y me dieron un trabajo”.
En esos primero años, José “cortaba leña para la cocina, cargaba y descargaba mercaderías, prendía el fuego para el horno”.
A los 16 comenzó a trabajar en la Estación de Trenes, como vendedor ambulante. Y fue en ese momento que se enamoró de su esposa.
“Ella tenía 15 años y también era vendedora ambulante, decidimos vivir juntos. Siempre digo que prácticamente nos criamos juntos. Armamos nuestra casita a orillas del río. Y bueno, tuvimos mala suerte porque un temporal arrastró la casa. Pero salimos al frente, los dos somos unos luchadores de la vida”.
En 1988 consiguió un puesto en la Municipalidad de Posadas. Por dos años fue barrendero, después recolector de residuos “por nueve años, como peón recolector. Pero siempre quise superarme”.
En 1999 surgió una enorme posibilidad: “Tuvimos una capacitación de manejo y mantenimiento. Yo aprobé el curso y comencé a manejar el camión, entonces supe que podía crecer más”.
A medida que avanzaba, “me daba cuenta de que no estaba preparado para muchas cosas, que necesitaba estudiar. No quería conformarme con lo que tenía y pensé que en el Derecho podemos protegernos mejor. Porque considero que la ignorancia es el peor mal que nos lleva a la sumisión. Pero hay otro mal mayor y es el no querer aprender”, reflexionó José.
Por eso en 2011 retomó sus estudios secundarios. “Para mí era todo nuevo, no fue sencillo”, reconoció.
Para 2013 pudo inscribirse a la carrera de Abogacía en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Políticas de la UNNE. “Al comenzar me sentía un poco extraño, fuera de foco y pensé que los jóvenes no me incluirían. Pero no fue así, al poco tiempo me rodeé de compañeros con los que forjamos una amistad. Con ellos agarré fuerzas para seguir adelante. Siempre digo que a los chicos hay que escucharlos, hay mucho por aprender de ellos”.
Ahora, seis años después, José obtuvo su título de abogado. Entonces, se lo llevó a su madre: “Ella está internada, muy débil y me dijo: ‘Mi hijo es un profesional’ y eso me llenó de orgullo”.
Fuente primera edicion