Qué es el trauma y cómo influye en nuestras vidas
El trauma emocional es una “herida psicológica” que puede ser provocada por situaciones diversas, generalmente extraordinarias, inquietantes, abrumadoras y perturbadoras, que van más allá de las experiencias usuales. Estas situaciones altamente estresantes englobarían desde grandes desastres naturales, guerras, accidentes, abusos…, “graves amenazas a la vida o a la integridad física, amenazas verdaderas o daños a los hijos, cónyuge, familiares, amigos; destrucción súbita del hogar, de la comunidad; presenciar la muerte o heridas graves de otra persona como resultado de un accidente o de un acto de violencia física” (DSM-5). También puede llegar a abarcar experiencias aparentemente de menor trascendencia, tales como; una operación, una caída, un castigo, enfermedades graves, desprotección, humillaciones, cambio de roles en la familia, migración a otra ciudad o país… que también pueden ser vivenciadas de forma traumática. De hecho, no es tanto la dimensión del evento en sí mismo lo que determina el daño producido, sino que sus efectos dependerán, además, de cada persona, de su historia y de su entorno afectivo, del momento evolutivo en el que se haya producido y de su reiteración a lo largo del tiempo.
Los efectos del trauma
El trauma, sin importar su origen, afecta de tal manera a la salud, a la seguridad y al bienestar de la persona, que ésta puede llegar a desarrollar creencias falsas y destructivas sobre sí misma y del mundo que la rodea. En general, se considera como algo normal que ante determinados eventos reaccionemos con tristeza, ansiedad, enfado, irritabilidad, alteración del comportamiento, consumo de sustancias… durante un breve periodo de tiempo. Sin embargo, a veces, esas dificultades se vuelven tan intensas y duraderas, que provocan serios problemas en el funcionamiento personal y de adaptación psicosocial. Para dar cuenta de estos fenómenos más intensos y dañinos, la clasificación de la OMS (CIE-10, 1992), propone una categoría de los trastornos provocados por estrés y traumas, en los cuales se incluye el TEPT agudo y crónico, los Trastornos de Adaptación y los Cambios Duraderos de Personalidad posteriores a una situación catastrófica.
Recuerdos bloqueados
Hay que tener en cuenta que no siempre somos capaces de recordar todo lo que nos ha pasado a lo largo de nuestras vidas, a veces memorias sobre hechos traumáticos quedan olvidadas o fragmentadas. Según la corriente psicológica nacida con el psicoanálisis, se trata de fenómenos disociativos que imposibilitan recordar lo sucedido, que surgen como un mecanismo de defensa elaborado por nuestra psique, que nos proporciona una respuesta protectora natural a la arrolladora experiencia traumática, permitiéndonos salir adelante para sobrevivir. Según estas hipótesis, el recuerdo no se perdería, sino que permanece en la memoria de forma latente e inaccesible, hasta que, gracias a un proceso terapéutico o bien a algún acontecimiento en la vida del sujeto éstas se recuperan espontáneamente de forma parcial o total. La consideración de que se produzca un impacto tan fuerte que provoque cambios en la personalidad es de gran importancia para el estudio de la persona y de su desarrollo emocional, ya que situaciones adversas, cercanas y cotidianas, no sólo pueden determinar síntomas y alteraciones psicológicas, sino que llegan a comprometer el desarrollo completo de la personalidad.
Cuando aparecen durante la infancia y adolescencia
Diversos estudios sobre situaciones de abuso en la infancia determinaron que las principales consecuencias psicológicas del trauma eran; depresión, ansiedad, odio hacia uno mismo, dificultad para modular la rabia, disociación, embotamiento, dificultades en la atención y la concentración, dificultad en el control de impulsos, abuso de sustancias, conductas autolesivas y comportamientos de riesgo, sumisión y dependencia, fuerte sensación de vulnerabilidad y peligro; revictimización, problemas interpersonales y en las relaciones íntimas, somatizaciones y problemas médicos, pérdida de confianza hacia otras personas, sentimientos de indefensión y desamparo, sexualización traumática, sensación de vergüenza y culpa. Estas personas presentan una gran desesperanza acerca del mundo y del futuro, creen que no encontrarán a nadie que las entienda o que entienda su sufrimiento, manteniendo un gran conflicto interno, con niveles de angustia elevados. Lo positivo surge cuando intentan encontrar a alguien que los ayude a recuperarse de su angustia, de sus preocupaciones somáticas y de su sensación de desesperación o desesperanza.
Características de heridas psíquicas
La investigación científica sobre los traumas afirma que el hecho de expresar los propios sentimientos y los estados emocionales intensos de forma catártica permite afrontar situaciones difíciles, reduciendo la probabilidad de que surjan rumiaciones obsesivas y se incremente la actividad fisiológica. Además, se ha visto que el apoyo social, como por ejemplo hablar con un familiar o un amigo de un problema, es uno de los mecanismos mejor valorados para afrontar situaciones emocionales difíciles, además de amortiguar el propio estrés. De hecho, la falta de personas próximas en las que confiar en circunstancias complicadas eleva radicalmente el riesgo de aparición de episodios depresivos en personas vulnerables.
La importancia de la actitud y la mentalidad
Las personas con una actitud optimista parecen manejar mejor los síntomas de enfermedades físicas como pueden ser el cáncer, enfermedades crónicas, la cirugía cardíaca, lo que parece deberse a que las estrategias usadas por estas personas suelen estar centradas más en el problema, en la búsqueda de apoyo social y encontrar los lados positivos de la experiencia estresante. Por el contrario, las personas pesimistas se caracterizan por el empleo de la negación y el distanciamiento del agente estresor, centrándose más en los sentimientos negativos producidos por esa situación. De este modo, se va dibujando con mayor claridad un patrón de personalidad con tendencia a la buena salud que se caracteriza por el optimismo, la sensación de control y una buena capacidad de adaptación.
El tratamiento del trauma
Realizar actividades desde la Arteterapia, como espacio de elaboración del hecho traumático, favorece la recuperación, facilita la reinserción social y la rehabilitación terapéutica mediante un proceso creativo. Este tipo de técnicas promueven la expresión del propio sentir desde un lenguaje diferente que permite canalizar sensaciones, emociones y recuerdos sin empujar a la catarsis o al desbordamiento emocional, ofreciendo una nueva vía expresiva que escapa a las resistencias y al bloqueo verbal, favoreciendo el recuerdo y la construcción de un relato coherente que posibilite la comprensión de lo ocurrido. Esto permitirá a la víctima la integración de su experiencia, desde un ámbito seguro y libre de juicios. Así pues, el trauma no tiene por qué ser una condena de por vida. Durante el proceso de sanación se puede generar una evolución renovadora, capaz de mejorar nuestra calidad de vida, convirtiéndose en una experiencia de transformación y metamorfosis. La capacidad que tenemos los seres humanos de perdonar, de recomponernos, de seguir adelante, de prosperar, de iluminarnos, de superar pruebas y sucesos, de levantarnos y resurgir con una sonrisa triunfal al reencontrarnos con nuestra identidad, con el amor… es espectacular y sencillamente admirable.
Mecanismos disfuncionales
Sin embargo, las fobias provienen de respuestas que pretenden ser adaptativas pero que en realidad acaban siendo disfuncionales y patológicas, ya que evitar algo nos aleja de afrontar las situaciones de la vida y nos impide poder desarrollar mecanismos de afrontamiento adecuados. Además, entramos en un círculo vicioso, porque si no afrontamos aquello que tememos, no lo podemos entender ni gestionar, y el malestar sigue ahí, perpetuándose en el tiempo.
Tratamiento de la arrhenfobia
El tratamiento neuropsicológico de la arrhenfobia tendrá el objetivo de hacer frente al estímulo fóbico, en este caso los hombres. Sin un afrontamiento adecuado el estímulo no se podrá procesar correctamente (alimentando las conductas evitativas) y eso no hará más que perpetuar y cronificar la arrhenfobia. Así, los tratamientos que se suelen emplear en la arrhenfobia, como en muchas otras fobias específicas, son los siguientes:
1. Técnicas de exposición
La terapia de exposición implica que el paciente se exponga al objeto que tanto teme. Se realiza mediante una jerarquía de ítems graduales; en este caso la escala de ítems puede incluir situaciones de interacción con hombres cada vez más cercanas. Este tipo de terapia es la más eficaz para tratar las fobias específicas, donde el objeto fóbico está bien delimitado.
2. Técnicas cognitivas
La terapia cognitiva incluye, principalmente, la reestructuración cognitiva. A través de ella se pretende informar al paciente sobre su fobia, que entienda por qué ha aparecido, por qué se mantiene, y que aprenda a identificar los pensamientos catastrofistas que tiene en relación a los hombres. Además, se buscará que pueda sustituir dichos pensamientos por otros pensamientos más realistas y funcionales. La decisión del tipo de tratamiento siempre se realizará teniendo en cuenta el grado de intensidad de la arrhenfobia y las características de cada persona.
Por el Lic. Mariano Vega Botter
Neuropsicólogo