La inflación de septiembre marcaría un leve descenso respecto a los niveles de meses previos, pero que ni siquiera podrá ser considerada un alivio. Las distintas proyecciones de consultoras económicas la sitúan en niveles más cercanos al 6%, es decir un escalón por debajo de julio y agosto, cuando llegó a 7,4% y 7% respectivamente. Pero hay realmente poco para festejar, teniendo en cuenta que la variación interanual ya habrá superado el 80% y podría cerrar el 2022 incluso llegando a los tres dígitos.
El índice de inflación porteño del mes pasado arrojó 5,6%, lo que estaría dando una señal de desaceleración para el mes pasado. Por lo general, se trata de una buena aproximación de lo que uno o dos días más tarde divulga el Indec. La mayoría de los analistas, sin embargo, estimó un nivel superior al 6% aunque casi nadie llega al 7%.
La escalada de los alimentos sigue siendo el principal rubro que lidera la suba de la inflación, con su consiguiente impacto en los niveles de pobreza e indigencia. Los últimos relevamientos muestran una caída fuerte en la capacidad de compra de los argentinos. Un estudio de Focus Markets, por ejemplo, arrojó que el consumo en almacenes cayó casi 10% en relación a septiembre del año pasado. En este caso estaría reflejando al menos parcialmente que las familias buscan concentrar sus compras en grandes superficies en búsqueda de mayores descuentos y promociones.
Varios países de la región han tenido incluso deflación el mes pasado, como los casos de Paraguay y Brasil. Esto expone mucho más todavía la problemática argentina, teniendo en cuenta que el Gobierno le echó la culpa en el arranque del 2022 a la escalada de precios por la guerra entre Rusia y Ucrania.
La titular del FMI, Kristalina Georgieva, también se refirió al flagelo de la inflación e instó al Gobierno a abocarse en la solución del problema. El organismo había estimado un rango de 38% a 48% para el 2022, que quedó totalmente desbordado.
Sergio Massa se abocará de lleno a la cuestión inflacionaria cuando regrese desde Washington, donde participa de la reunión anual del FMI, y ya dejó trascender que tiene distintas opciones en estudio. Habrá señales de moderación del gasto público, que junto a la suba de la tasa de interés dispuesta hace algunas semanas y la fuerte política de absorción de pesos del Central deberían ser la base de una política para atacar a fondo el problema.
Las perspectivas hacia adelante, sin embargo, no son alentadoras. El ministerio de Economía estimó una inflación de 60% para el 2023, pero los privados estiman que se ubicará arriba del 90%. Bancos como el JP Morgan calcularon que incluso podría ubicarse por encima del 110%.
Uno de los desafíos que tiene Massa es cómo hacer para frenar la denominada “inercia inflacionaria”, con reapertura de paritarias que ya se cierran por encima del 100% y que claramente ponen un piso a la posibilidad de suavizar la escalada de precios. La economía está cada vez más indexada, lo que dificulta todavía más cualquier esfuerzo por moderar los precios.
Luego de haber acumulado reservas para sacar al Central de la zona de riesgo máximo, para el Gobierno es vital ahora conseguir resultados en materia inflacionaria. Y sobre todo lograr algo que hoy parece imposible: que los salarios recuperen parte del terreno perdido en los últimos años por culpa de la escalada de precios.
De eso depende la posibilidad del Frente de Todos de presentar una opción competitiva el año próximo. Incluso también Massa pone mucho en juego. Su llegada al ministerio de Economía está directamente vinculada con esta problemática. Pero para eso será fundamental trabajar sobre las expectativas que permitan avanzar hacia una reducción gradual en los próximos meses. Algo que hoy luce sumamente complejo.
En las últimas jornadas se viene hablando de la posibilidad de llevar adelante algún plan de congelamiento de precios, pero se trata de una medida que siempre fracasó en la Argentina. Sin embargo, no sería extraño que el ministro convoque tanto a sindicalistas como a empresarios para moderar fuertemente las pautas de ajuste previstas para el 2023, con la idea de no avalar aumentos superiores al 60%, en línea con lo planteado en el Presupuesto 2023. Por ahora, sin embargo, se trata de puras especulaciones.