«Sálvese quien pueda», médico terapista cuenta la triste cara de la pandemia en Chaco

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Como tantas otras veces, una circunstancia de la vida -la pandemia, en este caso-, vuelve a desnudar situaciones y comportamientos sociales previos. En Medicina se sabe que el evento catastrófico tendrá mayor impacto en el menos preparado y es lo que estamos viendo con el impacto del Covid-19 en Chaco.

 

A tres meses del primer caso y con 1124 infectados al 9 de junio, nuestra querida provincia hace triste honor a las palabras de Albert Camus: “Lo peor de la peste no es que mata los cuerpos sino que desnuda las almas, y ese espectáculo suele ser horroroso”.

 

Para entender de qué hablamos, basta con asomarnos a algunas características:

  • Lugar geográfico: Provincia del Chaco. Pobre, deficitaria en cloacas, agua potable, educación e infraestructura. No turística, con pocas industrias y un sector agrícola-ganadero hacia el centro de la Provincia. Dependiente del Estado Nacional, con buena parte de la población mantenida en general por el empleo público.
  • Situación sanitaria: Carencia de planes de Asistencia Primaria de la Salud. Dificultad para conseguir los preceptos básicos de promoción, prevención, atención y rehabilitación. Profesionales de salud con sueldos magros. Carencia de insumos hospitalarios. Pacientes con las características citadas más arriba. Superpoblación hospitalaria centralizada. Gran porcentaje de personas sin obra social.

 

Como verá, un combo ideal para la tormenta perfecta.

 

El Covid-19 en Chaco y el «sálvese quien pueda»

En este contexto sociodemográfico, económico y sanitario, hace tres meses ingrsó uno de los protagonistas estelares del momento: el Sars Cov2. El nuevo coronavirus, cual dron teledirigido, impactó en el personal sanitario intrahospitalario con los consecuentes daños colaterales que hemos visto en distintos lugares del mundo pero con un agravante: el genio viral desembarcó en un lugar con mecanismos de defensa demasiado bajos para semejante agresor (sobre todo si pensamos en sitios específicos de contagio, como el Barrio Toba, un lugar donde habitan hermanos originarios con costumbres y modismos acompañados de una cultura muy particular y una capacidad de reclamo peculiar (corte de rutas).

 

pobreza pueblos originarios

 

Como vemos, el lugar donde desembarcó al Covid-19 tenía todas las circunstancias en contra. Y, luego, la poca precaución se encargó de la diseminación. La bomba de tiempo no iba a hacer otra cosa que explotar, y así estamos a tres meses del primer caso en Chacho: según la información disponible, al 10 de junio hay 1124 casos de pacientes infectados por COVID-19 y 452 en estudio. Hubo 187 casos en la última semana y hay 59 pacientes internados, 18 de ellos graves.

 

Chaco acumula 65 muertes desde el inicia de la pandemia, mientras el personal se queja de escasos elementos de protección con fundados argumentos: al 9 de junio, el 80% del personal del servicio de ambulancias está aislado y fuera de servicio.

 

Lamentable, es lo que viene: cada vez más bajas en el equipo de salud por contagio o por sospecha, con el agravante de que este servicio pasó a otras manos… En nuestra provincia no hubo mejor idea que mudar el equipo de emergencias de ambulancias del Ministerio de Salud al de Seguridad, con un cambio de operadores en el despacho de ambulancias. En medio de la pandemia, quien recibe el llamado no puede discernir la gravedad del caso y despacha con la misma premura para un esguince que para un infarto… Se sabe bien que cambiar de caballo en medio del río, es complicado.

 

Entonces, aquí surgen las primeras desnudeces de la pandemia: el “sálvese quien pueda”. Es lo que nos toca porque quienes están al mando de la catástrofe tampoco parecen estar firmes en los conocimientos… Un escenario digno de Camus: “Lo peor de la peste no es que mata los cuerpos; sino que desnuda las almas”.

En esa desnudez, asoma la otra cara de la pandemia: aquellas personas que por temor, ignorancia, negligencia o desatención fallecen de causas no COVID-19… Y con el agravante de que fallecen en sus domicilios o internados, pero solos. Sin visitas.

 

También se ha descuidado a ese sector, algo que se podía haber previsto: una planificación ordenada debiera haber resguardado instituciones públicas o privadas para el resto de la población. Como bien dijo el Dr. Julio Picon, “no tiene la culpa el agente que oficia de radio despachante, porque el policía se prepara para otra cosa. No puedo poner a médicos a patrullar la calle o hacer un operativo. Cada cosa en su lugar. Salud en Salud, Seguridad en Seguridad. No hay nada que inventar”, se lamentó el doctor, con un paciente infartado sin poder trasladarlo y haciendo intensas gestiones para que lo recibieran.

 

 

 

Albert Camus también aplica aquí y en el desentendimiento de familiares que reciben el informe telefónico de su familiar internado en UCI y optan por la comodidad. Almas desnudas y un espectáculo horroroso.

 

Como dijimos al comienzo, en medicina se sabe que el evento catastrófico tendrá mayor impacto en el menos preparado. Toda esta tragedia tiene una sola explicación: NUNCA ESTUVIMOS PREPARADOS PARA LA CATÁSTROFE. Y así nos está yendo, improvisando sin rumbo fijo, en un sálvese quien pueda. Reaccionemos… Falta mucho todavía.

 

*Por el Prof. Dr. Omar Disanto. Médico intensivista. UNNE.

Fuente 21tv