Enviado especial a Italia. “Santo Padre, qué gusto verlo”. “Bienvenido”. Alberto Fernández se reunió a solas con el papa Francisco en el Vaticano. El encuentro duró 44 minutos. El Presidente había adelantado que la despenalización del aborto no sería un tema central, opinó que el Papa está más allá de la puja política entre peronistas y antiperonistas, y apagó un insignificante chisporroteo diplomático enviando a la Nunciatura Apostólica la nominación de María Fernanda Silva como embajadora argentina ante la Santa Sede.
El tono del primer intercambio entre ambos dio la pauta de que se trataría un encuentro distendido. Tras saludarse, Fernández le indicó a Francisco: “Pase usted”. “No, primero el monaguillo…”, respondió Francisco. Ambos rieron e ingresaron a la Biblioteca de la Santa Sede.
Cuando concluyó la bilateral privada, se abrieron las puertas de la Biblioteca y pasó la delegación oficial. Alberto Fernández junto a Fabiola Yáñez, Losardo, Solá, Olivieri, Béliz, Chávez y Biondi se sacaron las fotos de rigor junto al Sumo Pontífice y entregaron los regalos de la Argentina que se eligieron bajo las sugerencias de la Secretaría de Culto.
Hay un coffee table book con las fotos de los bares históricos de Buenos Aires -Tortoni y 36 billares, por citar dos casos-, una obra en telar realizada por trabajadores con discapacidad de la Asociación Civil Granja Andar, y una figura hecha a mano del Negro Manuel, un esclavo que fue el primer custodio de Nuestra Señora de Luján.
Tras recibir los regalos de la Argentina, Francisco entregó al Presidente una escultura con forma de medallón que tiene un olivo, una vid y una paloma, y que simboliza la paz.
Asimismo le dio un mensaje de la Jornada Mundial de la Paz 2020 y le obsequió cinco libros: Gaudete et exsultate, Laudato Si, Amoris Laetitia, Christus Vivit (dedicado al Presidente) y Evangeli Gaudium. Durante la entrega de regalos, también le leyó la oración del buen humor, de Santo Tomás Moro, que está en Gaudete et exsultate y que fue escrita en el siglo XV.
Alberto Fernández llegó a la Biblioteca Vaticana con un espíritu reivindicativo de Francisco. Así se lo dijo a Infobae durante la entrevista exclusiva que concedió antes de aterrizar en Roma. “El Papa no es de nadie. El Papa ni es de los peronistas ni de los no peronistas. El Papa es una figura moral, enorme en el mundo, y los argentinos tenemos que acostumbrarnos a terminar con esta discusión de apropiarnos del Papa”, opinó ante este enviado especial.
Hace casi cuatro años, Mauricio Macri llegó a Roma para reunirse con Francisco. Nunca hubo buena relación entre ambos, y la comitiva oficial estaba integrada por Marcos Peña, Juan Manuel Urtubey, Alfredo Cornejo y Rosana Bertone, entre otros. El Papa tenía asuntos pendientes con el ex presidente, el ex jefe de gabinete y los ex gobernadores de Salta, Mendoza y Tierra del Fuego, y sólo aguardaba su oportunidad para hacer la faena sin ir a misa.
-¿Cómo será la reunión con Francisco?, preguntó este enviado especial -hace cuatro años- a un influyente que siempre visita Santa Marta.
-Frío Polar-, comentó la noche antes del encuentro entre Macri y Francisco.
El amigo del Papa no se equivocó: la audiencia se extendió por 22 minutos y fue un fracaso de la diplomacia política de la administración de Cambiemos. Macri llegó con una idea a la Biblioteca Vaticana, y Francisco con otra. No hubo empatía, y la cita a solas fue un diálogo formal y de apariencias.
Alberto Fernández conoce al Papa y tienen afinidad ideológica. Se comunican vía mail o por medio de una línea telefónica -fija-, y sólo tienen una diferencia que no habrá manera de saldar: la despenalización del aborto. El presidente está convencido de ese derecho obvio en el siglo XXI, y Francisco considera lo contrario, casi como un teólogo creado por Umberto Eco para el Nombre de la Rosa.
Sin embargo, la sanción de una ley despenalizando el aborto no abrirá un surco infranqueable entre ambos jefes de Estado. Francisco defiende los cánones eclesiásticos y también aboga por la libertad de pensamiento y el espacio soberano de los países. El Papa protege los ritos de la Iglesia, pero respeta las consecuencias de la Paz de Westfalia.
-¿Cómo será la audiencia de Alberto Fernández con Francisco?-, preguntó este enviado especial -cuatro años más tarde- al mismo amigo del Papa que sigue tomando mate en Santa Marta, como lo hacía cuando llegó Macri al Vaticano en febrero de 2016.
-Cálida, distendida, y me atrevo a decir que durará más de media hora-, contestó.
Despejada la diferencia del aborto, el Presidente y el Papa tienen un agenda común. Ambos jefes de Estado comparten la misma perspectiva sobre la negociación de la deuda externa, igual opinión sobre la administración de Macri, idéntica sensibilidad respecto a los pobres de América Latina, y similar pronóstico en cuanto a las consecuencias del cambio climático.
La agenda común se refuerza con la defensa explícita que Alberto Fernández hace del Papa en la agenda doméstica e internacional. Ahora no hay un presidente o premier de Occidente que enfatice el peso geopolítico de Francisco. Ya no está Barack Obama, y Angela Merkel languidece, a la espera de la sucesión de Emmanuel Macron como líder europeo.
-¿Su opinión sobre el Papa cuál es?-, preguntó Infobae al Presidente antes de aterrizar ayer en Fiumicino.
-El Papa es un líder moral como pocos existen en el mundo. Y desde ese liderazgo moral hace planteos sobre temas vinculados a la pobreza y a la actualidad económica que particularmente comparto y que me encanta trabajar mas cerca del Papa.
-¿Uno de los objetivos de su audiencia es rescatar la imagen de Francisco como figura nacional?
-El Papa no es de nadie. El Papa ni es de los peronistas ni de los no peronistas. El Papa es una figura moral, enorme en el mundo, y los argentinos tenemos que acostumbrarnos a terminar con esta discusión de apropiarnos del Papa. Es una figura que está mucho más allá de nosotros y hay que cuidarlo en su autoridad, y hay que cuidar lo que realmente representa: es el Pastor más importante de la Iglesia. No tenemos que someterlo a las disputas internas.
El Presidente llegó al Palacio Apostólico desde el Patio Belvedere y allí fue aguardado por miembros de la Prefectura de la Casa Pontificia. Junto a Alberto Fernández están la primera dama Fabiola Yáñez, el canciller Felipe Solá, la ministra de Justicia, Marcela Losardo, el secretario de Culto, Guillermo Olivieri, el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, el jefe de gabinete de Cancillería, Gustavo Chávez, y el vocero presidencial Juan Pablo Biondi.
Desde el Patio Belvedere, una guardia de Gentiluomini –laicos dedicados a la Iglesia– vestidos con frac y los emblemas de la Santa Sede, escoltaron al Presidente hasta su encuentro formal con el Papa. Ambos jefes de Estado se saludaron en la sala del Tronetto, y a continuación pasarán solos a la Biblioteca del Vaticano.
En la audiencia oficial privada, el Presidente se sentó frente al Papa y la agenda es abierta. Trascendió que Alberto Fernández y Francisco hablarían sobre la situación social en la Argentina, la crisis política regional, el peso de la deuda externa para los países emergentes y, quizás, sobre un posible viaje del Sumo Pontífice al país.
El Presidente desea que regrese a la Argentina. Con excepción de Venezuela, y algunas islas caribeñas, Francisco recorrió toda América Latina. El Papa también sueña con volver, respirar el aire de Buenos Aires, y cebarse unos amargos con el fondo de los bocinazos de la Ciudad que lo vio irse como Jorge Bergoglio.
Pero Francisco no quiere profundizar las diferencias, ni quedar tironeado por las jaurías políticas que buscan una acumulación de poder colgado de su sotana blanca.El Papa, Jorge, El Cura, volverá si la clase política aprovecha su regreso para cerrar las heridas, al margen de las diferencias programáticas que existen entre el oficialismo y la oposición.
Alberto Fernández no puede garantizar aún esta condición de Francisco. Y sin condición cumplida, no hay retorno, aunque duela en el alma e implique una derrota personal y política.