Llueve. Los cuatro hermanos se aprietan sobre un fuego precario que tira mucho más humo que calor. Tienen frío y la ropa mojada. En su casa, hecha con paredes de troncos de madera y unas chapas para el techo, apenas entran sentados. Duermen en colchones tirados en el piso, uno al lado del otro.
Luciano Palavecino (24), el hermano mayor, es el que se hizo cargo de los más chicos cuando quedaron huérfanos tras la muerte de sus dos padres. Vivieron todos juntos – Gabriel Palavecino (23), Dominga Palavecino (22) y Florinda Palavecino (15) – unos años en Nueva Pompeya, en el Impenetrable Chaqueño y hace unos meses volvieron al Lote 58, sin nada. La cocinera de la escuela a la que asisten los más chicos, les permitió hacerse una casa en su terreno.
Son Wichis y apenas hablan español. «Los maestros les trajeron los colchones y las chapas para el techo. Vos crees que está solucionado el problema y lo que viene es peor. Ahora no tienen casa, ni mamá ni papá. Solo dos van a la escuela», explica Adriana Craniolini, directora de la escuela a la que asisten.
Luciano hace un esfuerzo por explicar cuán crítica es su situación. Habla bajito, mirando el piso. «No tenemos nada. No cobramos pensión. Estamos sufriendo y necesitamos ayuda», dice.
A la pregunta de qué es lo que más necesita, responde que una beca para que sus hermanos puedan seguir estudiando. Lo material (mercadería, camas, ropa, un tanque de agua y chapas para el techo), viene en segundo lugar. Luciano sabe que la apuesta está en la educación.
Los Palavecino viven sin luz ni agua. Sus papás se enfermaron cuando ellos eran chicos y fallecieron. «Supongo que de todo, de desnutrición durante toda su vida. Acá abunda el Chagas y la tuberculosis. Eso es lo que más afecta a la gente, sumado a la desnutrición, la mala calidad del agua, acá toman agua sucia de cualquier charco», señala Craniolini.
El cuaderno del colegio de Dominga, que va a segunda ciclo, está muy prolijo y con letra cursiva perfecta. «El problema es que los días de lluvia que no hay clases, los chicos no comer. Por eso se refuerza el comedor los viernes para que puedan pasar el fin de semana y también el lunes porque vienen del fin de semana», aclara Craniolini.
Luciano hace changas de lo que puede, pero asegura que no hay trabajo en la zona y que no tiene cómo mantener a sus hermanos. La escuela los ayuda con todo lo que pueden, pero no alcanza. «Necesitan de todo. Son cuatro hermanos que están solitos», resume Craniolini a modo de súplica.
Fuente: La Nación