“No hay gran talento, sin gran poder de voluntad”, reza Balzac, y esto parece resumir el entusiasmo, el trabajo, y por supuesto el talento de este grupo de jóvenes, incluida su profesora. En un taller de programación, que funciona en contraturno, Sabrina Antonoff, docente del anexo de la UEP 57 y sus alumnos Daniel Tossutti, Julieta Fiz y Emilio Tarragó dieron animación a Tito, un robot que les abrió puertas, o más bien las golpearon hacia nuevas oportunidades y desafíos sobre enseñar y aprender tecnología en el aula.
¿Por qué les gusta tanto la tecnología, qué es lo que los atrajo?
Emilio: -A mí, principalmente me gusta por el avance que le brinda a la sociedad, y todos los cambios que se pueden realizar. Es muy lindo cuando comenzas a entender el funcionamiento de un sistema operativo en una computadora, cómo funciona una aplicación y cómo podes crear vos mismo esa aplicación y solucionar un problema.
Julieta: -Mi primer acercamiento fue en el muestreo anual que hacemos en el colegio a fin de año. Emilio y Dani ya estaban participando y me pareció curioso porque hacían todo con una placa chiquita. Aunque no entendía muy bien cómo era, me gustó porque me interesaba hacer páginas o jueguitos.
Daniel: -Yo miraba videos de YouTube, cuando vi que se había armado un grupo en el colegio, me sumé.
-¿Cómo fue aprender en la escuela?, ¿tuvieron algún contacto previo?
Emilio: -No, yo solo jugaba los juegos en la computadora. La profe Sabrina me enseñó pseudocódigos, que es la base para aprender a programar, y con eso pude empezar a aprender. La programación en un principio siempre es muy complicada porque es aprender a hablar un idioma nuevo, comenzar a entender. El inicio puede ser lo más complicado y frustrante, lleva mucho tiempo, pero al final te dan ganas de seguir porque es divertido.
Julieta: -Ellos me incluyeron en esto, y encontré algo que me gustaba mucho hacer, y me frustraba también. Hay muy pocas mujeres en esto, y agradezco que me hayan incluido.
Daniel: -La programación es motor impulsor de la sociedad de hoy en día. Los sistemas de todo tipo están hechos en base a una programación. Es una lógica que se aprende una vez y se puede aplicar a varias cosas. Es un motor de cambio importante
-¿Cómo lo ven a futuro?, ¿van a estudiar alguna carrera relacionada?
Emilio: -Voy a estudiar ingeniería mecatrónica, que tiene que ver con todo lo que es automatización de cosas, de circuitos e involucra muchísimo la programación, así como también trabajar con componentes electrónicos. Esta carrera se estudia en Mendoza, es la más antigua, y para mí una de las mejores.
Julieta: -Tomo esto como hobby, pero sé que es el futuro, en algún momento todo se va a automatizar, y podrá reemplazar a personas. Quiero estudiar medicina y estoy consciente que miles de cosas van a cambiar por la biotecnología; no hay que quedarse atrás en lo que es para mí la cuarta revolución industrial, es lo que va a dirigir al mundo.
Daniel: -Yo quiero dedicarme más que nada al desarrollo de Inteligencia Artificial (IA), pero no hay una carrera que la incluya. Admito que aunque le tengo miedo, elegí la Licenciatura en matemáticas porque al final de cuentas sé que puedo aplicarla a muchas cosas. Aun así, aunque no tengas una carrera definida o no vaya orientada para el ámbito de la programación, vas a tener que adaptarte porque será algo importante para desenvolverse en el futuro. Hoy la programación no es el monstruo que era antes. Sería bueno que dediquen tiempo a enseñarlo. Aunque no es muy popular, a todos nos debería interesar, comenzando con lo básico para más adelante aprender lo más avanzado.
-¿Cómo se gestó el proyecto Tito?
Emilio: -La idea surgió, un día que encontré en Instagram un proyecto anterior que se llamaba Rody (The kicked started). Es un proyecto de Paraguay, sobre cómo programar un autito de juguete con una placa bluetooth y manejarlo desde el celular. Le mandé las ideas a la profe Sabrina y terminamos creando a Tito. Hablamos con el creador de Rody para que nos dé una mano, nos pase su código, cómo lo hizo, y con toda la buena onda nos dio la información. Después pasamos por los cursos a ver quién se interesaba y vino Julieta. Se nos ocurrió contar de qué se trataba en una charla y exponer nuestro robot; ahí nos comenzaron a invitar a competencias.
Julieta: -Era algo nuevo y me encanta anotarme en las cosas del colegio. Cuando comencé a aprender a programar fue algo muy complicado, porque no entendía la complejidad del funcionamiento de la computadora. Ahora lo considero fácil y útil. Pensé que era algo que podía ayudarme a desarrollar habilidades y competencias para el futuro. El grupo fue genial.
Daniel: -Me metí porque no quería ir a clases y al final nos dimos cuenta de que cuando nos pusimos a hacer el proyecto fueron muchas más horas de trabajo. Armamos la parte de robótica, que se encargaron Emilio y Julieta, yo hice la programación con Python, que es la comunicación de la computadora al robot; el proyecto terminó bien y sumamos conocimiento. Tuvimos que investigar mucho, y a través de eso aprendimos bastantes.
Emilio: -Este año la idea es enseñarle a más chicos y que cuando nos vayamos Dani y yo, haya más chicos enseñándoles a otros. El otro objetivo es armar un robot seguidor de línea, para una competencia y un robot sumo.
Incentivar a aprender (a docentes y alumnos)
“Mi primer curso tenía 36 chicos y ahí me encontré con Daniel, que programaba y hacía los trabajos con Linux. Me dio vuelta el programa, en mi clase él se aburría. Es difícil que haya un chico que sepa programar. Le presenté un lenguaje de programación e invitamos a Emilio; así empezamos”, recuerda Sabrina, que ante el desafío de tener un alumno diferente, buscó herramientas para que él también pudiera aprender.
Para Sabrina el primer contacto con la tecnología fueron sus clases en el colegio (UEP 57 Fray Mamerto Esquiú de Charata), con la profesora Andrea Ferraro. Comenzó con Pascal, “que ya no se usa, pero la lógica es la misma”, describe. “Es como aprender idiomas. El colegio tiene informática desde primer año, entonces de a poco, en cinco años pudimos aprender todo”.
La docente en TIC es de Charata; sus alumnos y el centro educativo están en Las Breñas (a 20 kilómetros de distancia). Sin computadoras ni kits específicos, como sí tienen algunas escuelas públicas, eso no fue barrera para seguir adelante.
El taller de programación es en contraturno, los alumnos llevan sus computadoras, y adquieren los elementos para hacer los robots. Sabrina también destaca el apoyo de los padres para acompañarlos y llevarlos a las competencias, y de los directivos para apoyarlos en las actividades.
“Somos un colegio nuevo, que hace muchos beneficios para seguir creciendo. Muchas veces me frustra, porque somos un colegio público de gestión privada, y a veces hay concursos, donde los requisitos no nos permiten participar. Otros colegios tienen las computadoras, las salas de informática y kits de robótica”, cuenta Sabrina, que sin embargo no pierde el entusiasmo, y junto a Julieta, Emilio y Daniel, ya armó un nuevo grupo, y aunque de los 10 iniciales quedaron cuatro, todos se entusiasman con dejar su legado, mientras preparan dos nuevos robots para las competencias que vendrán.