“Hoy me colma la indignación. No solo porque desde hace más de un año, cada vez que visito el cementerio de General Pinedo me encuentro con que las tumbas de mis familiares y amigos han sido profanadas y sus ornamentos y placas robados. Cosa que uno, ya vive con estoica resignación. Porque a modo de mecanismo de defensa, uno se repite para sí mismo: son simples objetos, el delincuente que los roba es un pobre infeliz que no sabe lo que es el respeto ni a los vivos ni a los muertos, y vive de vender el metal. Y así vamos naturalizando el vandalismo , el abandono, la impotencia.
Es posible buscar mil formas de entenderlo, sin justificarlo claro. Pero entender, que la miseria espantosa que vivimos, el oportunismo y la indefensión en que se encuentra el ciudadano común ente el pillaje hagan lo suyo en el camposanto. Entonces uno se resigna antes de enfurecer y piensa en una forma de evitar el robo, reemplazando las artes funerarias que los deudos fueron dejando a sus familiares en la esperanza de perpetuar su nombre y su paso por esta tierra, adquiriendo placas simples de hojalata, que no representen un valor para los ladrones y cumplan con la misión de identificar el sepulcro con el nombre de quien en vida fuera nuestro ancestro.
Esta situación no ocurre solamente en el cementerio de General Pinedo, sino también en los de las localidades cercanas, eso es verdad. También es cierto que la ubicación del cementerio de General Pinedo, alejada del pueblo, propicia el accionar de los delincuentes. Un Matrimonio amigo fue asaltado a media mañana allí mismo, hace poco tiempo.
Pero lo que realmente me indigna es el descuido, la desidia y casi me atrevería a decir, el desprecio por los difuntos. Hace más de tres años que vengo dando aviso por distintos medios a la municipalidad a través de sus encargados, no solo del robo de ornamentos funerarios, sino además de un sepulcro derruido por el tiempo en el que el cadáver se encuentra totalmente expuesto. Se trata de un sepulcro humilde que data de unos 50 años tal vez o más. Seguramente ya no hay familiares en la localidad que puedan cuidarlo. Pero me imagino que quien yace allí, alguna vez fue un Pinedense, un ser humano, que merece la dignidad de una sepultura. Me pregunto:¿Será tan oneroso para la municipalidad, colocar los restos en ese mismo lugar, bajo tierra, Colocar media docena de ladrillos cubiertos por medio balde de cemento a modo de lapida con el número de tumba? Ni siquiera fueron capaces de tapar con una lona el sitio. Entonces ¿cómo esperar de los marginales, respeto hacia los difuntos, cuando los dirigentes ilustrados no lo muestran?
Seguramente alguien afecto a las falacias para defender lo indefendible, saldrá a preguntar: Ah, pero ¿y pagan los impuestos? Como si el pago de los impuestos nos diera algún beneficio en este caso. (El pillaje y la mugre es para todos por igual).Si! se pagan los impuestos, muchas veces por adelantado. Generalmente pagamos 10 años o 20. Es posible si, que en la actual situación, en la que el gobierno nos tiene hambreados y maltratados, donde la gente apenas sobrevive, la última de las prioridades de los vecinos la constituya el impuesto del cementerio, pero soy testigo de que en los últimos 30 años la situación no ha sido mejor que en estos días.
Existen tumbas muy antiguas que es evidente que pertenecen a las familias pioneras, por su ubicación y arquitectura, que en cualquier lugar se trataría de preservar como testimonio histórico de la localidad. Aquí los dejan caer de viejos, y si se les ocurre alguna cosa, será de seguro, derribar lo antiguo para revender el lote. Otra cosa que me hace hervir la sangre. ¿Qué es eso de que te desalojen después de muerto? ¡Hay que ser¡ descastado! e ¡Ingrato! .Es necesario haber perdido completamente el vínculo con el origen o identidad social y cultural para desalojar cadáveres. O tirarlos en un osario como si fuesen basura. ¿Será posible que en el siglo XXI no hayamos podido encontrar un modo de cuidar los cementerios honrando la memoria de los que hicieron el pueblo con amor y sacrificio? Aquellos que aunque ya no tengan familiares en el pueblo que cuiden su sepulcro, hoy deberían considerarse ancestros de todo el pueblo.
Provengo de una estirpe comprometida con el pasado, el presente y el futuro. Gente que fundo aldeas, cruzo mares, levanto iglesias, construyo escuelas, ayudando siempre en lo que pudo al prójimo trabajando por la comunidad y recuerdo de niña, haber visto unas tumbas rodeadas por una especie de cuna. Entonces pensaba que se trataría del sepulcro de un niño. Con el tiempo supe que se trataba de la costumbre de los de mi Colectividad, los Ruso-Alemán o Alemanes del Volga, que utilizaban este sistema para proteger la sepultura de los lobos. Costumbre que trajeron con ellos desde Rusia. Me pregunto con rabia ¿Si esos campesinos casi analfabetos, que solo tenían su voluntad y su fe fueron capaces de idear un sistema simple para proteger los cadáveres de las bestias y de inculcarnos el respeto a los que ya no están, como es posible que una institución que debe velar por el pueblo no sea capaz de darle la más mínima dignidad al camposanto?
Un conocido, de esos de toda la vida, que se vuelven familia por la vida compartida me recordó hoy, que el padre Buenceslao Pilarsik, aquel curita polaco de la bondad infinita, decía: .. “para conocer un pueblo; basta con observar el cementerio, la plaza y la iglesia”… Preguntémonos ¿Que dice de nosotros el cementerio de General Pinedo hoy?”.
Claudia Mabel Becker – DNI Nº 25.672.679
Fotos: César Carabajal