En los últimos dos años Rolando Núñez confió a sus más cercanos colaboradores que el final del Centro de Estudios e Investigación Social Nelson Mandela tenía plazo. Cada respiro que su preocupación por la situación social del Chaco le daba, servía para analizar hasta cuándo.
A algunos no tan íntimos les precisó también exactamente cuando era el final, quizás no de manera tan abrupta como lo impuso su repentina muerte, pero internamente, él mismo esperaba que llegara un tiempo, no para descansar, sino más bien para dedicarse a tiempo completo a su otra pasión: la abogacía. Es posible que sea necesario detenerse para pensar y entender esa circunstancia. Para él, parar era seguir trabajando.
Parece lejano aquel 1995 en que nació el Centro Mandela. Una organización del campo social aprovechada para canalizar las inquietudes de un grupo de reflexión. Una forma de pasar del pensamiento a la acción, al análisis a los hechos y a denunciar las injusticias.
Los años cambiaron la relación del Centro Mandela con la sociedad. Emparejado con los tiempos actuales, los medios masivos de comunicación que fueron originalmente el canal central de contacto, mutaron al trato directo, a la social-media. Las redes sociales, Twitter, Facebook y Whatsapp fundamentalmente, el e-mail y “nuestra propia paginita” como llamaba a la web del Centro Mandela.
Rolando Núñez iba adaptándose a los nuevos medios. Y esos nuevos medios respondieron. Todas las plataformas de comunicación eran útiles, tanto de ida como de vuelta. Eso se transformó en miles de personas en contacto directo. Se rompió el denominado “cerco-informativo”. La tarea igualmente siempre fue artesanal, exigente en horas-hombre. Para él como para ningún otro.
Así se fue re-articulando al Centro, tal como se conoció con el paso del tiempo. Esos mismos años fueron absorbiendo a Rolando Núñez, así como él mismo lo hizo con el Centro Mandela. Algunos de sus detractores lo entendieron perfectamente cuando pretendían identificar a Rolando despectivamente como “Mandela” a secas.
Pero fue así, se transformó en el cuerpo y el alma del Centro Mandela. Y pueden dar fe de ello cientos de anónimos colaboradores esparcidos por toda la provincia. Ellos siguen estando. Lo siguen haciendo porque allí dónde están, todavía florecen las injusticias.
Ellos también son testigos de que no hay otro Rolando Núñez. No al menos ahora, no tan a mano. Pero son también la prueba viviente de que hace falta. Se fue sin despedirse, hubiera querido hacerlo, porque por sobre todo era una persona educada.
Lo irremediable es la verdad. La realidad de hoy es ésta. Rolando mismo sabía que no había otro. No era petulancia, sino una propia limitación para encontrarle una salida a la continuidad. Quizás por eso los que pudieron escuchar sus confidencias coincidieron con él en que más tarde o más temprano el Centro Mandela iba a terminar cerrándose.
El Centro, los achaques de la vida y el cigarrillo estaban afectando su salud. Aunque no fuera ello la causal de su muerte, eran argumentos que lo iban convenciendo de la necesidad de empezar a armar el equipaje.
Iba a llevar unos meses. Su fecha había sido fin del año 2019.
El 27 de mayo el Centro Mandela publicó “Chaco: último en calidad educativa en Argentina o primero en (des) educación” para él fue el material que bien pudo haber servido de colofón. Él mismo sintió que ese trabajo tenía la calidad y la cantidad de datos suficientes para el epílogo.
No sabía en ese momento que moriría menos de un mes después, el 15 de junio, en vísperas del día del padre. Dejó un poco huérfanos a todos, a su familia, a sus compañeros, a sus amigos y especialmente al Centro Mandela.
Nota de su hija:
“Te dicto una notita” empezaba todo. Siempre a tu izquierda. Escribiendo. Contra el tiempo. Con tu celular sonando permanentemente y mucha responsabilidad para no cometer errores porque me hiciste entender que un error era
Para estar a tu lado, había que comprometerse. Poner mucho de uno, tener paciencia y aguantar la presión de tu ritmo, todo justificado en que trabajamos para visibilizar un futuro incierto o con escasas posibilidades para tantas personas. Te vi muchos años luchando para que todos sepamos lo que realmente pasa en el Chaco, para que la indiferencia no nos ponga una venda en los ojos y aprendamos a ver esta triste realidad social. Creo que escribo por muchos cuando digo que tu existencia nos dejaba tranquilos porque vos podías con todo y todos. Admirable, respetable y querido por quienes te conocían.
Hoy me toca estar sola en este lugar, sentada en el escritorio de siempre, custodiando la puerta porque era parte de mi deber. No te veo pero te escucho todo el tiempo. Sé exactamente lo que hubieras pensado y lo que estarías diciendo. Por eso entiendo que sin vos -Rolando Núñez- no hay Centro Mandela.
Gracias por hacer tanto por todos. “Hay que seguir remando” .
María Celeste Núñez.