«No leas con esa luz que te va a hacer mal». Padres y abuelos repiten esta frase con insistencia, pero ¿es así? Tomás Grippo, cirujano oftalmólogo y profesor adjunto de oftalmología y ciencia visual en la Universidad de Yale, aclara: «En adultos mayores, pareciera acertado afirmar que la lectura con poca luz no puede dañar nuestra visión de forma permanente, pero el esfuerzo extra puede causar fatiga visual transitoria».
La fatiga se caracteriza por la dificultad para enfocar, dolor de cabeza y dado que en estas condiciones tendemos a parpadear menos, también provoca sensación de sequedad, ardor y agudeza visual fluctuante. Grippo recomienda un ejercicio para minimizar estos pormenores: «Además de leer con buena luz que alumbre directamente lo que leemos, la regla de 20/20, donde cada 20 minutos de lectura nos tomamos 20 segundos de tiempo para mirar a lo lejos y además tratar de parpadear frecuentemente».
En el caso de niños, adolescentes y adultos jóvenes, cuyos ojos todavía se están desarrollando, el impacto negativo de algunos hábitos puede ser aún mayor. Cada vez hay más miopes y se piensa que además de la carga genética heredada, hay hábitos que pueden favorecer el desarrollo de esta condición.
«Dos importantes estudios recientes mostraron que aquellos niños que permanecían más tiempo al aire libre y, en consecuencia, expuestos a luz brillante tenían un menor riesgo de desarrollar miopía. Esta evidencia sugiere que es la poca luz cuando estamos puertas adentro más que la lectura «per se» lo que daña los ojos. Esto es especialmente relevante en la actualidad, ya que los niños permanecen más tiempo puertas adentro haciendo foco en pantallas», advierte el especialista.
Algunos investigadores sugieren que los niños deberían permanecer al menos tres horas diarias al aire libre, no sólo por la buena salud visual sino también por la física y la emocional.
Fuente diario la nacion