Según la historia, las primeras culturas egipcias, cretenses y asirio-babilónicas, IV y III milenio antes de Cristo ya representaron gráficamente los objetos. Era escritura ideográfica, dando un paso decisivo para el desarrollo de la cultura, llegando a dividir las palabras en sílabas y otorgandole a cada una de ellas un signo distinto: escritura fonética-didáctica. Este sistema se mantiene en China y Japón
La decisiva división en letras, aplicando a cada una de ellas un diferente signo, da origen a la escritura fonética-alfabética, utilizada en todos los países occidentales. Se considera a los fenicios como introductores del alfabeto y quienes propagaron a romanos, galos, germanos y demás pueblos de Europa, luego pasó a todo el mundo.
No debemos olvidar este día al sinnúmero de escritores que hicieron posible a través de sus trabajos que se conozca el pensamiento, la historia, la idiosincrasia y la forma de vida de los distintos pueblos y naciones.
Los textos narrados por escritores más antiguos son producciones literarias sobre mitos y leyendas.
Con ellos los hombres intentaron dar respuestas a diversos interrogantes como el origen de la humanidad, la relación entre la vida y la muerte, las causas de los fenómenos atmosféricos y naturales, entre otras cosas. Las primeras escrituras fueron realizadas en tablillas de arcilla y rollos de papiro.
El día 13 de junio se celebra el Día del Escritor, por ser la fecha de nacimiento del escritor Leopoldo Lugones, acaecido en Villa María de Río Seco, Córdoba, en el año 1871, aunque vivió luego en Buenos Aires.
Ocupó diversos cargos públicos, en política evolucionó desde el socialismo hasta el militarismo, que le creó numerosas enemistades, pasó también por el anarquismo.
Amigo de Rubén Darío, pertenece al momento de plenitud del modernismo.
Algunas de sus 23 novelas cortas fueron “Las montañas del oro”, “El libro fiel”, “Los crepúsculos del jardín”, “Lunario sentimental”, “Odas seculares”, “El libro de los paisajes”, “La guerra gaucha”, “El payador”, “Las horas doradas”, “Romanceros”, “Poemas solariegos” y “Romance del río seco”, su obra póstuma. Publicó también la serie fantástica sobre extraterrestres “Las fuerzas extrañas”.
Sin explicación satisfactoria, se quitó la vida a los 67 años en 1938, quedando para la posteridad sus obras y su nombre.
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