Benjamín tiene 8 años y padece Síndrome de Asperger, un trastorno del espectro autista. Por ese motivo, desde mayo de este año que vive junto a su perro Zeus, quien se transformó en su asistente todos los días de su vida. Adonde sea que vayan, lo hacen juntos.
El fin de semana pasado viajó con su familia de Mercedes a Mar del Plata en el marco de la Maratón Internacional que se corrió este domingo en la ciudad balnearia. Sin embargo, el sábado, cuando se disponían a disfrutar de un almuerzo en el restaurante Manolo, les dijeron que no podían entrar con la mascota.
«La ley nacional 26.858 establece el derecho al acceso, deambulación y permanencia a lugares públicos y privados de toda persona con discapacidad acompañada por su perro guía o de asistencia», explicó Fernanda, la mamá de Benjamín.
Según 0223, cuando el personal del local gastronómico de Alem y Almafuerte no dejó ingresar a la familia con el perro, la mujer pidió hablar con el encargado, que tampoco autorizó la entrada. «Le dimos todas las explicaciones legales, pero justificaba que bromatalógicamente era imposible tener un perro adentro, entonces nos ofreció quedarnos afuera, pero hacía frío y era imposible estar con el nene en esas condiciones», explicó la mujer.
«Nos estás discriminando», le dijo Fernanda al hombre en la puerta del local gastronómico, pero tampoco logró entrar.
Lo cierto es que la sensación con la que quedó toda la familia es «espantosa», a pesar de que en otro comercio de la misma cuadra «por suerte» fue distinto y pudieron comer en el interior cómodamente. «Para Benjamín y otros chicos con el mismo síndrome, los perros son una herramienta de soporte, les permite poder salir afuera sin problemas, estar más tranquilos, disfrutar», detalló la madre, y en este, su primer viaje fuera de Mercedes, la presencia del animal era indispensable.
«Encima Zeus es un perro súper adiestrado, no ladra, se queda quieto debajo de la mesa», aclaró sobre en animal que fue entregado al menor por Bocalán Argentina, una entidad dedicada al entrenamiento de perros de asistencia.
«Nos queda un sabor amargo muy grande porque uno piensa que Mar del Plata es una ciudad moderna que está preparada para recibir a todo tipo de turistas y cuando pasan estas cosas te das cuenta que no», concluyó la madre muy decepcionada.